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Los anales.—Libro I.

Germanos que asistían á la guardia de la persona imperial, con el prefecto del pretorio Elio Seyano (dado por acompañado á Estrabón su padre), hombre de mucha autoridad con Tiberio, para que aconsejase al mozo y fuese testigo de los peligros y méritos de los demás. En acercándose Druso le salen á recibir las legiones, como por cumplimiento, no alegres, como se acostumbra, ni con vistosos ornamentos militares, mas con triste apariencia y rostros que publicaban antes su contumacia que la tristeza que pretendían mostrar. En entrando por la estacada pusieron guardias á las puertas y buen número de armados en algunos lugares y puestos de importancia; los otros en mucho mayor número rodean el tribunal. Estaba Druso en pie haciendo con la mano señal de que callasen; mas ellos, cada vez que ponían los ojos hacia la muchedumbre, con voces horribles hacían estrépito, y en mirando á Druso mostraban miedo. Un murmurio confuso, un clamor atroz, y tras esto un repentino silencio, eran causa de que, segun la variedad de sus pasiones, diesen muestras unas veces de causar temor y otras de tenerle. Finalmente, cesado el tumulto, mandó Druso leer las cartas de su padre, en que significaba ««la estimación que hacía de aquellas va erosas »legiones, con las cuales había sufrido los trabajos de mu»chas guerras, y que en dando á su espíritu algun reposo »por el dolor de la muerte de su padre, mandaría ver en »el senado sus peticiones; que había enviado entretanto á »su hijo con orden de concederles luego todo lo que de »presente se pudiese, reservando lo demas para el senado, »á quien era justo hacer participante de las determinacio»nes favorables y rigurosas».

Fué respondido por todos «que el centurión Clemente »tenía á su cargo el proponer sus demandas, el cual co»menzó por la licencia y libertad, servidos diez y seis »años, la recompensa que habían de tener en acabando su »servicio; que la paga fuese un denarie al día, y que los