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Cayo Cornelio Tácito.

»veteranos no pudiesen ser tenidos arrimados á las bande»ras». Oponiendo Druso á estas cosas que era necesario aguardar la resolucion del senado y de su padre, le interrumpen con gritos, diciendo acuán poca necesidad tenía de venir allí no trayendo facultad de acrecentar el sueldo, ni de aliviar los trabajos, ni aun de hacerles bien en manera alguna: los golpes, si, por Hércules, decían, y la muerte aparejada para todos. Que Tiberio, acostumbrado á engañar otras veces á las legiones en nombre de Augusto, infundía ahora en Druso las mismas artes, para que siempre tratasen sus cosas hijos de familia y menores de edad; cosa nueva, por cierto, que el emperador remita al senado solamente la comodidad de los soldados: que de razón debía remitirse también al mismo senado el conocimiento de las causas cuando se tratase de castigarlos ó de enviarlos á la pelea; siendo justo que los que se reservan el disponer de las recompensas, se reserven tambien el ordenar los castigos y los premios».

Desamparan finalmente el tribunal, y en encontrando con alguno de los soldados pretorianos ó amigos del césar, comienzan á apercibir las manos, buscando ocasión de diferencias y el principio de venir á las armas, ofendidos principalmente contra Gneo Lentulo, porque como más señalado en edad y reputación creían que animaba á Druso y que sobre todos detestaba el infame atrevimiento de los soldados. Y así, poco después, saliendo con el césar para retirarse á los alojamientos de invierno (habiendo conocido el peligro que se le aparejaba), le rodean por todas partes, y le preguntan «á dónde iba, si al emperador ó á los senadores, para oponerse allí también á la comodidad de las legiones»: y diciendo y haciendo arremeten á él y comienzan á apedrearle; hasta que herido y sangriento ya de un golpe, y casi seguro de morir allí, fué defendido y salvado por la muchedumbre de la gente que acompañaba á Druso.

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