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Cayo Cornelio Tácito.

cinos de donde él se hallaba, y á las ciudades de los Belgas á prestar el juramento en su nombre. Después, advertido del motín de las legiones, pasó allá volando; á cuyos soldados halló fuera de los alojamientos, con los ojos bincados en el suelo, como en señal de arrepentimiento. Mas después de entrado dentro de los reparos, comenzó á oir mil confusas quejas, y algunos, tomándole la mano como para besársela, se metían en la boca los dedos para hacerle tocar con ellos las encías limpias de dientes; otros mostraban los cuerpos, brazos y piernas corvos por la vejez.

Juntos, pues, al parlamento, viendo la gente demasiado mezclada y confusa, ordenó que se juntasen todos por manípulos, para que así pudiesen oir mejor su respuesta, y que se le trujesen delante las banderas, para que á lo menos esto diferenciase y dividiese las cohortes: obedecieron, aunque lentamente. Entonces, habiendo comenzado por la reverencia que se debía á la memoria de Augusto, pasó á tratar de las victorias y triunfos de Tiberio, celebrando con loores particulares las cosas ilustres que había hecho en Germania con aquellas legiones; exaltó la unión de Italia y la fidelidad de las Galias, y ponderó que en ningún lugar había tumulto ni discordia.

Escuchóse todo esto con silencio ó con poco murmurio; mas luego que tocó en la sedición, y preguntó «¿dónde estaba la modestia? ¿dónde el decoro de la antigua disciplina militar? ¿dónde los tribunos? ¿en qué parte habíanarrojado los centuriones?», se desnudan en cueros, mostrándole las cicatrices de las heridas y los cardenales de los golpes; doliéndose con voces confusas del precio excesivo que les costaban las vacaciones, de la cortedad del sueldo, de la dureza de los trabajos; nombrándolos todos por sus nombres, estacadas, fosos, forrajes, fagina, leña y otras muchas cosas de las que se hacen con necesidad ó sin ella en un campo para evitar la ociosidad. Salían de los veteranos atrocísimos gritos, contando quién treinta años