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Cayo Cornelio Tácito.

los alojamientos de la legión primera, abrazarse con las banderas y con el águila y defenderse con la religión. Y si Calpunio, aquilífero (1), no le hubiera defendido de la última fuerza, un embajador del pueblo romano, cosa execrable aun entre enemigos, hubiera en el campo romano manchado con su sangre el altar de los dioses. Venido el día, que se discernía el capitán del soldado y se dejaban ver las cosas hechas, entrado Germánico en los alojamientos se hace traer á Planco, y puéstosele al lado en su tribunal, comienza a inculpar la rabia fatal renovada, no por los soldados, sino por la ira de los dioses. Da cuenta de la causa por qué habían venido los embajadores, y con mucha facundia lamenta la violada autoridad de la embajada, el caso grave y desmerecido de Planco, y la vergüenza y deshonra en que había incurrido la legión. Tras esto, mostrándose aquella junta antes atónita que quieta, vuelve á enviar los embajadores con escolta de caballos auxiliarios.

Mientras duraba esta alteración, culpaban todos á Germánico «de que no se retiraba al ejército superior, donde hubiera hallado obediencia y socorro contra los rebeldes; que se había errado bastantemente en haberles dado la licencia y dinero y en tratarlos con tanta blandura, mas que si con todo esto estimaba en poco su salud, ¿para qué aventuraba la de su hijo en pañales y la de su mujer preñada entre aquellos atrevidos, violadores de toda humana ley? que á lo menos restituyese estas dos prendas á su abuelo y á la república». El, estando algún tiempo irresoluto á causa de que Agripina rehusaba el desampararle, mostrando como, siendo nieta del divo Augusto, no podía degenerar ni alterarse por ningún peligro, abrazándola al fin y con ternura de muchas lágrimas al común hijuelo, la (1) El que llevaba el águila, que era la principal enseña de la legión romana. En cada una de éstas no había más que un aquilífero, siendo así que había en ella muchos signiferi, ó portaenseñas.