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Cayo Cornelio Tácito.

gozandu de la paz, sino relajadamente, y al fin como entre borrachos.

42 El césar, para robar más á lo largo, partidas las legiones, codiciosas del saco, en cuatro escuadras, sin compasión de edad ni de sexo, pasó á fuego y á sangre diez leguas de país, asolando las cosas profanas y aagradas, junto con un templo muy celebrado entre aquellas naciones que llamaban de Tanfana; sin muerte ni herida de un solo soldado, á causa de haberlos cogido soñolientos, desarmados y sin orden. Despertó este destrozo á los Bruteros, Tubantes y Usipetos, los cuales se escondieron en los pasos estrechos de los bosques por donde había de volver el ejército: de que advertido el general, puso su gente de manera que pedía marchar, y defenderse si era acometido: parte de los caballos y las cohortes de las ayudas tomaron la vanguardia: seguía la legión primera, y puesto el bagaje en medio, cerraban los costados por la parte siniestra la veintena y por la diestra la quinta; la veintena guardaba la retaguardia, seguida del resto de los confederados. No se movieron los enemigos hasta que la ordenanza se extendió por el bosque: entonces, acometidos levemente los costados, y después la frente de la batalla, dieron finalmente con todas sus fuerzas en la retaguardia. Ya comenzaban á desordeparse las cohortes armadas á la ligera por la fuerza de los espesos escuadrones enemigos, cuando corriendo el césar á los de la legión veinte, comenzó á gritar en alta voz: «que había ya llegado el tiempo en que podían borrar la memoria de la sedición; por tanto, que se diesen prisa en convertir en honra la culpa». Animaron estas palabras de tal suerte á la legión, que habiendo con un solo ímpetu rechazado al enemigo, llevándole á lugar más abierto, le rompen y degüellan. Salidas en tanto del bosque las escuadras de la vanguardia, fortificaron el alojamiento, desde donde tuvieron quieto y sin estorbo el viaje, y los soldados, confiados en esta fresca victoria y perdida la memoria de los