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Cayo Cornelio Tácito.

to, cargando á Tiberio, habían sido compuestas por Graco: á cuya causa, desterrado á Cercina (1), isla en el mar de Africa, después de haber sufrido el destierro de catorce años, se enviaron soldados para matarle; á los cuales, hallándole en la ribera pensativo, como si adivinara la mala nueva, pidió un poco de espacio para escribir á su mujer Aliara. Hecho esto, ofreció el cuello á los matadores, mostrándose con la constancia de la muerte no indigno del nombre de Sempronio, del cual en vida había degenerado.

Han escrito algunos que no se enviaron estos soldados de Roma, sino por Lucio Asprenate, procónsul de África, de orden de Tiberio; el cual esperó, aunque en vano, cargar á Asprenate solo la fama del homicidio.

Este mismo año fueron admitidas ciertas nuevas ceremonias; es á saber, la compañía de los sacerdotes augustales, á la manera que antiguamente Tito Tacio, queriendo introducir en Roma la religión y sacrificios de los Sabinos, dió principio á la de los Tacios. Veintiuno fueron los que se sacaron por suerte de los principales de la ciudad, pero añadiéronse después Tiberio, Druso, Claudio y Germánico.

Los juegos augustales, comenzados entonces la primera vez, fueron turbados por la discordia de los histriones.

Augusto había dado muestras de gustar de semejantes pasatiempos por agradar á Mecenas, perdido por los donaires de Batilo; si bien él de suyo no los aborrecía, teniendo por acto civil y necesario el mezclarse tal vez en los deleites del vulgo. Seguía Tiberio otro camino, puesto que no se atrevía á reducir á su dureza un pueblo regido tantos años apaciblemente.

Hechos cónsules Druso César y Cayo Norbano, se decretó el triunfo á Germánico, durando todavía la guerra: á la cual, si bien se aparejaba con todo su poder para el verano, la anticipó al principio de la primavera con impro(1) Hoy los Gules.—T. E.