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Los anales.—Libro I.

quien libró, junto con buen númere de sus parientes y allegados, entre los cuales se hallaban muchas mujeres nobles, y la mujer del mismo Arminio, hija de Segesto, de ánimo más inclinado al marido que al padre, como lo mostraba el aspecto sin lágrimas, la boca sin ruegos, las manos plegadas al pecho y los ojos clavados en el vientre crecido con el preñado. Traíanse también los despojos de la rota de Varo, cabidos en parte de presa á muchos de los que entonces se habían vendido. Venía juntamente Segesto, de noble presencia, y por la conciencia segura de su buena fe, sin muestras de temor, el cual habló de esta manera: «No es para mi este día el primero que testifique mi »constancia y fe para con el pueblo romano. Desde que »ful hecho ciudadano vuestro por el divo Augusto, elegí »los amigos y enemigos conforme á vuestra utilidad; Lo por odio que yo tuviese á mi patria, que aun á los »mismos que reciben el beneficio son desagradables los »traidores, mas porque teniendo por mejor á la paz que á »la guerra, la juzgaba por útil á los Romanos y á los Ger»manos. Puse en poder de Varo, capitán entonces del »»ejército, á Arminio, robador de mi hija y violador de la »paz. Perdida aquella ocasión por flojedad del capitán, que »difirió su castigo para otro tiempo, visto que no se podía »flar en su justicia, le requerí instantáneamente que nos »prendiese á mí, á Arminio y á los demás culpados. Sir»vame de testigo aquella noche, que pluguiera á los dioses »fuera la postrera de mi vida, pues cuanto después ha su»cedido es más digno de llanto que de excusa. Finalmente, »puse á Arminio en cadenas, y las mismas sufrí también yo »por los de su facción. Mas después que he tenido lugar de »llegar á ti, prefiero las cosas viejas á las nuevas, y á los »tumultos la quietud; no por esperanza de premio, mas »por purgarme de la infidelidad, y poder servir de media»nero á la nación germana, si acaso escoge antes el arrepen»timiento que esperar su ruina. Ruégote excuses el yerro y