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Cayo Cornelio Tácito.

V 48 CAYO CORNELIO TACITO.

»la juventud de mi hijo, pidiendo en su nombre perdón.

»Confieso que mi hija se halla aquí forzadamente: á li »queda el resolver cuál cosa sea más considerable, ó el estar preñada de Arminio, ó el haber nacido de Segesto.» El césar, con amorosa respuesta, prometió á sus hijos y á sus amigos perdón, y á él el lugar acostumbrado en la provincia. Hecho esto, dió la vuelta con el ejército, y por orden de Tiberio aceptó el nombre de emperador. Poco después parió la mujer de Arminio un hijo, del cual, criado su niñez en Ravena, trataremos á su tiempo, y de cómo después sirvió de juguete á la fortuna.

La fama de haberse reducido Segesto y que había sido recibido benignamente, fué ofda con esperanza y con dolor, conforme a lo que cada cual temía ó deseaba. Arminio, á más de su flereza natural, loco por la pérdida de su mujer y por el parto sujeto á servidumbre, andaba por los Queruscos moviendo los ánimos y persuadiéndoles á que tomasen las armas contra Segesto y contra el césar. Ni se iba á la mano en las injurias, diciendo: «Egregio padre, gran emperador, valeroso ejército, que con tanta gente han robado una mujercilla. Por mis manos han sido degolladas tres legiones con otros tantos legados; manos acostumbradas á hacer la guerra, no con traiciones ni contra mujeres preñadas, sino á la descubierta y contra enemigos armados. Todavía se ven en los sagrados bosques de Germania las banderas romanas colgadas á los dioses de la patria. Goce Segesto de la vendida ribera; restituya á su hijo el sacerdocio, que nunca le acusarán bastantemente los Germanos de haber sido ocasión de que se viesen entre el Albis y el Rhin las varas, las segures y la toga; que á las gentes que no conocían al imperio romano les eran también incógnitos sus riguroses castigos y excesivos tributos, de los cuales descargados ya y rehusado aquel Augusto puesto entre los dioses, y aquel electo Tiberio, no quisiesen temer á un mozo inexperto y á un ejército amo-