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Los anales.—Libro I.

porque pensase que el ejército, con la vista de sus compañeros muertos y sin sepultura, se haría más lento para llegar á las manos y tendría más temor al enemigo. Fuera de que á un general ornado con el oficio de augur y de las más antiguas ceremonias divinas, no le estaba bien hallarse en mortuorios. Germánico, persiguiendo á Arminio, que se iba retirando á los lugares fuertes, á la primer comodidad mandó á la caballería que se enseñorease de la campaña donde el enemigo se había puesto Arminio, que ya había advertido á los suyos de recogerse presto á los bosques, en un instante les hace volver el rostro, y da la seña para que saliesen á la refriega los que estaban de emboscadas. Desordenada la caballería por estas nuevas escuadras, envió el césar las cohortes auxiliarias; mas impedidas por las tropas que volvían huyendo, se aumentó el espanto, y hubieran sido llevadas engañosamente á unos pantanos conocidos por los Germanos vencedores y dañosos para quien no los tenía en práctica, si el césar no se presentara con las legiones, las cuales, con dar terror al enemigo y ánimo á los nuestros, hicieron que la refriega se acabase sin ventaja. Vuelto después Germánico al río Amisia con el ejército, volvió á embarcar las legiones en la forma que habían venido, enviando la vuelta del Rhin por la orilla de la mar una parte de los caballos. Cecina, que volvía con su campo por el camino ordinario, fué advertido de que cuanto antes pudiese pasase á Pontelongo (este es un estrecho camino entre aquellos pantanos, puesto ya en forma de dique por Lucio Domicio), siendo lo demás del país ó pantanoso, ó lleno de un lodo tenaz y pegajoso, ó atravesado de arroyos. Está rodeado este puesto de bosques que, en figura de teatro, poco a poco se van dejando caer hacia lo llano; los cuales, Arminio, con ordenanza desembarazada, ganando la vanguardia á nuestro ejército, grave de armas y de bagaje, había guarnecido de gente. Cecina, dudoso cómo pudiese á un mismo tiempo