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Cayo Cornelio Tácito.

rehacer los puentes rotos de vejez y rechazar al enemigo, pareció que debía plantar su alojamiento en el mismo lugar, y que parte trabajase mientras la otra parte peleaba. Los bárbaros, procurando romper los cuerpos de guardia y pasar á ofender los que trabajaban, los provocan, los rodean y acometen, mezclándose los clamores de los que pelean con las voces de los que trabajan: todo era contrario a los Romanos; el suelo lleno de agua y de lodo, incapaz de regir los pies con firmeza, y en sacándolos, resbaladero: los cuerpos cargados de armas, sin poderse servir dentro del agua de sus armas arrojadizas. Al contrario, los Queruscos, acostumbrados á pelear dentro de los pantanos, eran grandes de cuerpos, y peleaban con largas picas acomodadas á herir de lejos. Finalmente, la noche salvó las legiones de una batalla en que forzosamente habían de llevar lo peor. Los Germanos, no curando del trabajo, llevados de la prosperidad, sin tomar un punto de reposo, encaminan á lo bajo todas las aguas que nacían en aquellos collados, de tal manera, que empapada la tierra y desmoronada la obra, se les dobló el trabajo á los soldados romanos. Tenía Cecina cuarenta años de soldado entre el obed cer y el mandar, y habiendo probado la buena y la mala fortuna, estaba sin terror ni alteración. Y considerando lo porvenir, no halló mejor remedio á la necesidad presente que hacer de suerte que el enemigo no pudiese salir del bosque hasta tanto que los heridos y todo el bagaje y embarazos hubiesen pasado adelante; porque entre los pantanos y los montes se extendía un llano harto capaz para poder poner en batalla un escuadrón no muy grande. Acomódanse, pues, las legiones, la quinta al lado derecho, la veintiuna al izquierdo: la primera para guiar á las demás, y la veintena para asistir á los que siguiesen. Fué por diferentes causas á todos inquieta la noche; á los bárbaros por las fiestas y convites que con alegre canto y horribles gritos henchían el valle y