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Cayo Cornelio Tácito.

que se hallaban desnudos ó heridos, vestidos ó medicamentos. Refiere Cayo Plinio, escritor de las guerras de Germania, que se puso á la entrada del puente, y que allí alababa y engrandecía el valor de las legiones cuando á su vuelta iban pasando.

Penetraron estas cosas más vivamente el ánimo de Tiberio, pareciéndole que no se tomaban aquellos cuidados con sencillez, y que no era posible que Agripina procurase el favor de los soldados para servirse de ellos contra extranjeros. Por ventura (decía) quédale algo que hacer al emperador, si una mujer reconoce los manípulos, visita las banderas, ofrece donativos, como si no le bastase para prueba de su ambición el traer consigo al hijo del general en hábito de soldado, haciéndole llamar César Caligula?

Que tenía ya Agripina más poder y autoridad en los ejércitos que los legados y que los generales, pues ella sola había quietado la sedición, á quien no pudo resistir el nombre y autoridad del príncipe.» Agravaba y acriminaba estas cosas Seyano, y conociendo el natural de Tiberio encendía á lo largo los odios para que, reteniéndolos en sí, los pudiese desfogar después á su tiempo más gravemente.

Mas Germánico, porque la armada fuese más ligera en aquella mar de poco fondo, ó en el reflujo encallase con menos peligro de las legiones embarcadas, dió á Publio Vitelio la segunda y la catorcena para que las llevase por tierra. Tuvo Vitelio el principio de su viaje harto apacible por ser el terreno enjuto y no llegar allí el ordinario flujo de las ondas; mas sobreviniendo un maestral furioso, ayudado de la estrella del equinoccio acostumbrada á hinchar las aguas del Océano, comenzó la ordenanza á ser combatida y llevada de acá y de acullá, inundándose la tierra de manera que la mar, las riberas y los campos se mostraban de un mismo aspecto, sin poderse discernir los lugares vadeables de los profundos, ni el suelo firme de la arena