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Los anales.—Libro I.

inconstante y falsa. Arrebatan y sorben las ondas los caballos y bagajes: los cuerpos muertos de hombres y animales sobre aguados embarazan y embisten á los vivos: mézclanse entre sí los manípulos, con el agua ya á los pechos, ya á la garganta; y muchos en no pudiendo apear se iban å fondo: no aprovechaban voces ni exhortaciones, ni se diferenciaba en el contraste de las ondas el valeroso del vil, el sabio del ignorante, ni el consejo del caso, que todo era arrebatado de igual violencia. Finalmente, reducido Vitelio con inmenso trabajo á lugar más alto, condujo también lo restante del ejército, alojando aquella noche sin bagaje y sin fuego, la mayor parte desnudos ó con el cuerpo aterido; no con menor miseria que los que tenía sitiados el enemigo, antes con mucha más, por quedarles á aquéllos el uso de una honrada muerte, y á éstos aparejárseles un fin vergonzoso. Restituyóles el día la tierra, con que pudieron pasar al río Visurgo, donde estaba el césar con la armada, y allí se embarcaron las legiones, habiendo corrido voz que eran anegadas, tal, que hasta que las vieIron volver con el césar, no se acabaron de asegurar de su salud.

Ya Estertinio, enviado delante á recibir á Sigimero, hermano de Segesto, que se pasaba á los Romanos, le había conducido á la ciudad de los Ubios, en compañía de su hijo; perdonóse á los dos, aunque con más facilidad á Sigimero; con el hijo se tardó un poco más, inculpado (según se dijo) de haber ultrajado el cuerpo de Quintilio Varo.

Contendían entre sí las Galias, las Españas y la Italia, en rehacer los daños del ejército, ofreciendo cada una lo que se hallaba más pronto, armas, caballos y oro. Germánico, loada su voluntad, recibió solamente para la guerra las armas y los caballos, socorriendo á los soldados de su propio dinero; y por divertir la memoria de aquella adversidad con su apacible trato, visitaba á los heridos; alababa el valor de todos, miraba los golpes recibidos, á unos con la