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Cayo Cornelio Tácito.

que los Germanos no usaban celadas, ni corazas, ni paveses reforzados de nervios ó de hierro, sino algunos de mimbres tejidos, y otros de tablas delgadas y pintadas de colores: que iban bien ó mal armados de picas los de las primeras hileras, pero los otros, cuando mucho, de palos tostados y de otras armas cortas. Sus cuerpos, así como fieros en el aspecto, y por ventura poderosos para sostener algún breve asalto, asimismo eran impacientes de las heridas: poco cuidadosos de honra, desobedientes á sus capitanes; que en antojándoseles hujan y desamparaban el campo, y no menos medrosos en las adversidades que insolentes en los sucesos prósperos, y menospreciadores de los hombres y de los dioses. Si deseáis, decía, poner fin al enfado de tan largos viajes y á las descomodidades de la mar, el remedio es vencer esta batalla. Más cercanos estáis ya del Albis que del Rhin; y sin duda acabaremos la gue rra, si á mí, que sigo las pisadas de mi padre y de mi tío, me hacéis victorioso en estas mismas tierras». A la oración del general, seguido el aplauso y el ardor de los soldados, se dió la señal de la batalla.

No se descuidaban Arminio y los demás príncipes germanos de exhortar cada uno á los suyos, diciendo «que eran aquéllos las reliquias de aquellos Romanos fugacísimos del ejército de Varo, que por no sufrir la guerra habían movido una sedición; parte de los cuales, cargados de heridas, ofrecían de nuevo las espaldas, y parte los miembros quebrantados de las ondas y borrascas del mar á los enemigos enojados y á los dioses contrarios, sin alguna esperanza de salud: que no se habían valido de la armada y del..viaje inusitado del Océano, sino por no ser acometidos en el camino, ni seguidos después de rotos. Lleguemos una vez á las manos, que en vano apelarán los vencidos para el favor de los vientos y ayuda de los remos. Acordaos de la avaricia, crueldad y soberbia de los Romanos, y que para acabar con ellos no os queda ya otro remedio que conser-