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Los Perseguidos
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—¿Qué diablo de individuo es ese? — le pregunté cuando volvió. Lugones se encogió de hombros.

—Es un individuo terrible. No sé como esta nocheha hablado diez palabras con Vd. Suele pasar una hora entera sin hablar por su cuenta, y ya supondrá la gracia que me hace cuando viene asi. Por lo demás, viene poco. Es muy inteligente en sus buenos momentos. Ya lo habrá notado porque oí que conversaban.

—Sí, me contaba un caso curioso.

—¿De qué?

—De un amigo perseguido. Entiende como un demouio de locuras.

—Ya lo creo. como que él también es perseguido.

Apenas oi esto un relámpago de lógica explicativa iluminó lo oscuro que sentía en el otro. ; Indudablemente... Recordé sobre todo su aire fosco cuando le pregunté si no sicologaba más... El buen loco había creido que yo lo adivinaba y me insinuaba en su fuero interno...

—¡Claro!—me rei.—¡Ahora me doy cuenta! Pero es endiabladamente suti su Díaz Vélez !—Y le conté el lazo que me había tendido para divertirse a mis expensas: la ficción de un amigo perseguido, sus comentarios.

Pero apenas en el comienzo Lugones me cortó:

—No hay tal; eso ha pasado efectivamente. Sólo que el amigo es él mismo. Le ha dicho en un tado la verdad; tuvo una tifoidea, quedó mal, curó hasta por ahí, y ya ve que es bastante problemática su cordura. También es muy posible que lo del mostrador sea verdad, pero habiéndole pasado a él mismo. Interesante el individuo, eh?

— De sobra!—le—respondi, mientras jugaba con el cenicero.