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DEL RÍO FRÍO 21

pués en la banqueta de chiluca de la puerta, á fumar apestosos puritos de á 20, del estanco, y cuando el sol declinaba daba su vuelta por el corral para ver su ganado. Solía curar con un puño de estiércol las mataduras de los burros, limpiaba sus caballos con una piedra, echaba unas manganas á las yeguas y en seguida cenaba en familia su buen plato de frijoles, sus tortillas calientes y su vaso de tlachique, y antes de las nueve todos roncaban y dormían profundamente.

D.ᵃ Pascuala se ocupaba de barrer la casa, de echar ramas en el brasero, formado de las tres matatenas consabidas, de dar de comer á las gallinas, de limpiar las jaulas de los pájaros, de regar unas cuantas macetas con chinos y espuela de caballero, de preparar la comida y de dar las lecciones al heredero de Moctezuma. En esto y en lo otro, pasaba el día y la tarde, la tarde, y el tiempo libre de que podía disponer lo consagraba á la lectura de las muy pocas obras que se publicaban en México y que encargaba á su marido, cuando extendía sus excursiones á la gran Tenoxtitlan, pero también lo mismo que el marido á las nueve roncaba como una bienaventurada. Ni D.ᵃ Pascuala, ni Espiridión eran devotos, y antes bien un tanto despreocupados ó librepensadores como se diría ahora. Oían misa los domingos cuando podían. Si llovía ó hacía frío se quedaban en el rancho, y sólo cuando había función, cohetes, arcos de tule y sempasuchil, rogados en la parroquia de Tlalnepantla, no faltaban, porque entonces, vestidos con los mejores trapitos, eran vistos y cortejados y además tenían que visitar al Juez de letras, al Alcalde, al Maestro de escuela; era en fin, para ellos un dia de solemnidad y etiqueta.

Los domingos solían tener sus visitas. La mujer y la