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DE RÍO FRÍO 23

—Ya ven ustedes á Pascualito, que parece que no sabe quebrar un plato,—decía invariablemente la buena señora en las grandes comidas de los domingos, pues ha de llegar á ser rey de México; á él le toca, los que están en el gobierno no son más que usurpadores. Toda la tierra es de los indios, y una vez que se fueron los españoles, los indios han debido entrar á gobernar. Todas las haciendas y ranchos son de ellos, y cuando Pascualito entre á Palacio, á mandar, Espiridión será dueño de Cuamatla, de la Lecheria, de Echagaray y de todas estas haciendas.

Pascualito se llamaba simplemente José, como la mayor parte de los indios, pero D.ᵃ Pascuala le había dado su nombre. Como se ve, la señora del rancho, por la parte del marido, se inclinaba á la raza india y continuaba sus razonamientos en ese sentido.

—Ya tenemos un licenciado muy leído y escribido, que sigue el pleito contra el gobierno y vamos á ganarlo y hasta hemos recibido dinero para taparnos la boca. Ya verán ustedes como de la noche á la mañana cambiará nuestra suerte y Espiridión será cuando menos juez de letras de Cuautitlan.

D.ᵃ Pascuala creia á puño cerrado en esta tradición y hablaba con sinceridad. La mujer y la hija del administrador de los Ahuehuetes, que no eran de la raza india, le contradecian, y nunca se conformaban con sus opiniones, mientras que la familia del mayordomo de Aragón, apoyaba, y á veces se avanzaba hasta pedir que cuando D. Espiridión fuese juez de letras ú otra cosa más alta, promoviese el exterminio de la gente que se llama de razón. Solitos quedamos, mejor, decían, que el buey solo bien se lambe.