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DE RÍO FRÍO 29

quite esa aprehensión; tú no tienes nada, nada, y sería raro después de siete años.

—Ya lo verás, y no tardes, que en celebridad de lo que te he dicho, comeremos hoy chalupitas con carne de puerco, y si se enfrían se ponen duras.

D. Espiridión, que había puesto las espuelas á su caballo, no oyó estas últimas palabras, y envuelto en una nube de polvo torció á la izquierda y desapareció entrando en una barranquilla que marcaba los límites entre el rancho y otra propiedad vecina. D.ᵃ Pascuala, comenzó á sacar las jaulas de sus pájaros y á arrancar las yerbitas que habían nacido en sus macetas. De esta manera pastoral se anunciaba la venida al mundo del heredero del rancho de Santa Maria de la Ladrillera.

Un día, ya habían pasado algunos meses, quién sabe cuántos, el Sr. Lamparilla y D.ᵃ Pascuala, platicaban de asuntos graves, mientras Moctezuma III, montado en uno de los pobres burros quería hacerlo andar para adelante, pegándole con una vara en la cabeza, y D. Espiridión, sin hacer caso, refregaba con una piedra el lomo de su caballo sebruno.

—Habiendo ya hablado de nuestros asuntos, quería preguntar á usted, D.ᵃ Pascuala,—dijo Lamparilla,—¿cuándo nos da usted el buen día... veo que está usted muy adelantada y no debe tardar.

—Quería yo hablar á usted de eso precisamente,—respondió D.ᵃ Pascuala, y me alegro que haya usted promovido la conversación... pero muy en secreto... ha de saber usted que ya estoy fuera de cuenta.

—No, no es posible.

—Como se lo digo á usted, y esto me tiene con mucho cuidado, y quisiera yo que me trajese usted un buen doc-