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46 LOS BANDIDOS

cos, después arreglaron la cocina, finalmente lograron una habitación cómoda, abrigada del aire y del frío, y amueblada con cuatro ó cinco buenos petates, un tinajero, varios tecomates y guajes, dos melates, cántaros, cazuelas y ollas de barro, ayates, y chiquihuites, vasos del vidrio verde de Puebla, y frazadas del Portal de las Flores, y sábanas de manta. Era un lujo asiático ó más bien dicho azteca, Las familias de la clase media antes de la conquista no vivían mejor.

Las dos Marías, cuando vivían en el Pueblito de la Sal, eran enredadas, es decir ceñían su cuerpo sin más enaguas ni camisa, con una tela de lana azul, con rayas rojas que tejen los mismos indios sujeta á la cintura por una faja de algodón blanca y azul. El cuello hasta la cintura quedaba abrigado con un huepile de manta ó de lana azul, y en las espaldas un chiquihuite sostenido por un ayate que les servía para cargar los mosquitos, las ranas ó las yerbas; piés y piernas desnudas y llenas de grietas por el frío, el agua y el lodo. Así viste todavía una gran parte de la raza azteca que viene á la capital á vender los escasos productos de su trabajo. El progreso y los adelantos del siglo no han modificado en nada su condición, no obstante haber ocupado altos puestos en la República y de haber tenido grande influencia personas de la raza indigena.

Cuando el comercio de nuestras industriosas mujeres prospero, modificaron, no sólo su habitación, como se ha dicho, sino también su traje. Vestian ya camisa y enaguas interiores de manta; enaguas exteriores de jerguetilla azul, su huepile blanco ó de indiana, sus piés y piernas muy lavados y un sombrero de palma para garantizarse del sol, sus trenzas entrelazadas con chomite