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argentinos como Oroño lo es de Santa Fe), se la declaró Capital con el territorio comprendido entre las Conchas y la Ensenada, federalizándose adenás toda la Provincia de Buenos Aires.

Si bien es cierto que los constituyentes de 1853 no fijaron la sede de los poderes federales, no debe olvidarse que al sancionarse la carta fundamental, Buenos Aires estaba separada de las demás Provincias. Sin embargo, es claro que en la mente de los constituyentes bullía la idea de que lo fuera, porque no se explicaría de otro manera el precepto constitucional que admite la posibilidad que tuvieran dos senadores y representación en la Cámara de Diputados, pequeñas ciudades y villas como Santa Fe, San Nicolás, Villa María o San Fernando de que se habló como capitales posibles de la República. La misma sanción de ambas Cámaras, por iniciativa del Senador Oroño, designando a Rosario como Capital, fué vetada en 1869, por el Presidente Sarmiento, hasta que, en 1880, se federalizó la ciudad donde, a contar desde 1862, habían coexistido las altas autoridades nacionales y provinciales; pero esto no fué sin la oposición, vencida con sangre, de la Provincia de Buenos Aires.

Así, recapacitando sobre la marcha de los sucesos en los cuarenta y cinco años transcurridos desde la organización definitiva del país, se llega a la conclusión que en realidad nuestra federación se compone actualmente de quince Provincias, siendo la décimaquinta, la ciudad de Buenos Aires, que es segunda en población, que está representada en ambas Cámaras del Congreso, que elige electores de Presidente y Vice, y que tiene justicia federal y ordinaria como las demás Provincias, condiciones todas de que carece, por ejemplo, la ciudad de Washington, que es un simple centro de la administración federal en Estados Unidos.

En consecuencia, el Presidente es el jefe inmediato, como si dijéramos el gobernador de la Capital, y el Con-