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Muy conveniente es, prescindiendo de toda idea religiosa, que se procure establecer relaciones con los judíos que hablen castellano, tanto para extender el comercio, como la cultura española. Esto intenté, aunque con poco éxito, hace años, pues mis gestiones sólo alcanzaron una acogida fríamente cortés en algunas personas, y escasas simpatías en otras.

Usted ha sido más afortunado y obtenido mucho con su notable discurso, pues recabó Vd. del señor Conde de San Bernardo, entonces Ministro de Estado, el ofrecimiento de ver si en aquellos puntos donde consta un núcleo mayor de individuos, aunque sean hebreos, que hablen castellano, se puede conseguir el establecimiento de una escuela que mantenga vivo el principio de la hermosa lengua castellana.

Por ahí es precisamente por donde hay que empezar, y ni siquiera se necesita tanto como el Ministro de Estado ofreció, es decir, no se necesita establecer escuelas especiales, sino crear cátedras en las escuelas judías ya existentes, para enseñar en ellas á leer el castellano en caracteres comunes y un poco de gramática.

Claro es que esta enseñanza necesitará de libros de texto, pero éstos no serán ni voluminosos ni caros, y la publicación de un vocabulario hispano-rabínico, de no larga ni difícil confección.

Si así se hiciera, no tardarían en tocarse las ventajas de esta enseñanza, y sería tal vez la primera que encontraran venta en aquellos países nuestras obras de literatura amena, antiguas y modernas, hoy totalmente desconocidas por los judíos que hablan castellano.

Usted se ha preocupado de dónde deberían establecerse tales cátedras, y al efecto pidió Vd. la