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Ya en este lenguaje ladino hasta la estructura de muchos vocablos se altera: unas veces intercalando la m y la n, por ej.: amvisar (avisar), munchos (muchos); otras trasponiendo letras: vedrad por verdad; vedre, por verde; pedrer, por perder.

Si á esto se agrega que ya los autores judíos han tenido diferente ortografía en sus escritos, pues tratándose de nombres propios, por ej., se leen los siguientes: Yshac, Ishac, Isac; Moseh, Mosse-Mosé; Aboab, Abuab, Abohab....., y que las mujeres de Oriente, principales educadoras allí, como en todas partes, del niño, no gustaban de la lectura, se comprende muy bien la alteración que han sufrido todos los elementos prosódicos del habla, la de toda su dinámica y mecanismo gramaticales, y la decadencia del idioma.

Sin embargo, con este Ladino más ó menos viciado se publican en Belgrado, Constantinopla, Salónica, Esmirna, Bucarest, ete., periódicos, estatutos, reglamentos, boletines, documentaciones religiosas, y él sigue siendo siempre la lengua vulgar para los judios de Oriente, en términos de que Kayserling manifiesta que ninguna otra lengua ha podido reemplazar enteramente á la lengua del país, más que la lengua española, amada por los judíos á través de los siglos.