Estaba D. Abundo sentado, como hemos dicho, en su sillon antiguo á la escasa luz de un ruin velon, envuelto en .
una bata vieja, y encapuchado en un gorro todavía más viejo y mugriento que le caia sobre los ojos. Salfanle del gorro dos guedejas pobladas y canas: éranlo tambien el bigote, las cejas y la perilla, y como todo sobresalia en una cara morena y bastante arrugada, es fácil hacerse una idea de la rara figura que presentaba el buen D. Abundo.
—jAh! ;Ah!-fué el primer saludo con que recibió á los dos hermanos, quitándose al mismo tiempo los anteojos, que metió en el librillo.
—Extrañará el señor Cura que haya venido tan tarde,- dijo Antoñuelo inclinando el cuerpo, como tambien lo hizo aunque chabacanamente Gervasio.
—Cierto que es ya muy tarde, y tarde bajo todos aspectos. ¡No sabes que estoy malo?
—Lo siento nucho.
—Bien io habrás oido decir... Y no sé cuándo podré salir á la calle... pero ¿por qué te has traido á la cola á ese...
á ese mozuelo?
—Para que me acompañara, señor Cura.
—Vaya, pues, vamos.
—Son veinticinco belingas nuevas de las que tienen un San Ambrosio á caballo,-dijo Antoñuelo sacando del bolsillo un atadito.
—Veamos,-replicó D. Abundo.
Y tomando el atadito, se plantó otra vez los anteojos, le desenvolvió, sacó las belingas, les dió mil vueltas, las contó y recontó, y las halló corrientes.
—Ahora, señor Cura, me hará usted el favos de volverme el collarcito de mi Tecla.
—Es muy justo,-respondió D. Abundo.
Y se dirigió á un armario, sacó la llave, miró alrededor como para apartar á los circunstantes, abrió sólo una hoja, ocupó con el cuerpo todo el hueco, metió la cabeza para ver lo que hacía, y un brazo para tomar la prenda; la sacó, cerró el armario, desenvolvió el papelillo, y dijo: «Esta es;» doblóle otra vez, y se le entregó á Antoñuelo.
—Ahora, pues,-dijo éste,-sirvase usted hacerme en un papel dos garabatos.
—Tambien eso?...-dijo D. Abundo:-iy lo que saben estos palurdos! ¡Cómo está el mundo en el dia! ¿Conque no te fias de mí ? Cómo, señor Cura? muchísimo; pero como mi nombre está puesto allf en su librote, en la hoja de las deu-