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dado á decir por el muchacho, pues no sospechaba que tuviesen más noticias que él, y suponia que Mingo los babia encontrado tranquilos en su casa ántes que llegasen los bandoleros. Ninguno le desengañó, ni tampoco Lucia, á quien sin embargo le acusaba la conciencia por semejante simulacion con un hombre de su clase; pero aquella era la noche de los enredos y de las ficciones.

—Ya veis-prosiguió el religioso-que en esta tierra no hay seguridad para vosotros. Este es vuestro país; habeis nacido en él; no habeis hecho daño á nadie; pero Dios lo quiere. Es una prueba, hijos mios; soportadla con paciencia, con fe, sin resentimiento, y no dudeis que llegará tiempo en que os alegreis de lo que ahora os está pasanao. Yo he pensado ya en buscaros un refugio por estos primeros momentos, pues espero que presto podreis volver á vuestra casa. De todos modos, Dius proveerá para vuestro provecho, y yo procuraré corresponder á la gracia que me hace, eligiéndome como ministro suyo para consolaros en vuestras tribulaciones. Vosotras-continuó dirigiéndose á las mujeres-ireis á ***: alli estareis fuera de peligro, y al mismo tiempo no léjos de vuestra casa.

Buscareis ruestro convento, y preguntando por el padre Guardian, le entregareis esta carta: él será para vosotras otro fray Cristóbal. Y tú tambien, Lorenzo mio, debes por ahora sustraerte á la ira ajena y á la tuya. Lleva, pues, esta otra carta al padre Buenaventura de Lodi en nuestro convento de la puerta oriental de Milan: este religioso te servirá de padre, te acomodará y te buscará donde trabajar hasta que puedas volver á vivir aquí tranquilamente.

Ireis todos á la orilla del lago cerca de donde desagua el Bion, arroyo á poca distancia del convento. Allí vereis un bote parado, direis «Barca», os preguntarán para quién, respondereis «San Francisco». Entónces os acogerán en él, y os trasladarán al otro lado, en donde encontrareis un carruaje que os llevará en derechura á ***.

El que preguntase cómo fray Cristóbal tenía tan presto á su disposicion semejantes medios, manifestaria que ignoraba cuán grande era en aquel tiempo el poder de un capuchino en opinion de santo.

Faltaba hablar del cuidado de las casas. Tomó el Padre las llaves, encargándose de entregarlas á los que Lorenzo é Inés le inaicaron. Al dar Inés la suya, arrojó un profundo suspiro acordándose de que su casa estaba abierta, que habia puesto en ella los piés el diablo, y quién sabe lo que quedaba que guardar?