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mujeres al carretero lo que no habian osado preguntar al Guardian: quién era la señora.

—La señora-contestó el buen hombre-es una monja; pero no una monja así como quiera; no porque sea abadesa ó priora, pues al contrario, segun dicen, es de las más jóvenes, sino porque es de la costilla de Adan, y sus abuelos eran grandes personajes que vinieron de España, de donde son los que nos mandan ahora. La llaman la señora para dar á entender que es una señorona, y en todo el país no la conocen por otro nombre, porque dicen que en este convento nunca ha habido una persona de tanta nobleza, y sus parientes de abora allá en Milan pueden mucho, y son de los que siempre tienen razon, y lodavía más en Monza; porque aunque el padre no vive aquí, es el más poderoso de todos; de forma que ella puede en el monasterio revolverlo todo de arriba abajo. Tambien las gentes de fuera la respetan mucho, y como tome un empeño, se puede apostar á que se sale con la suya. Si ese buen Padre que va allí consigue poner á ustedes en sus manos y ella las admite, estarán ustedes tan seguras como en un sagrario.

Llegado el padre Guardian á la puerta de la poblacion, flanqueada en aquel tiempo por un torreon antiguo, y un trozo de castillo derribado, que quizá más de diez de mis lectores se acordarán haber visto casi entero, se paró volviendo la cabeza por ver si ie seguian; entró despues, y se dirigió al convento. Así que llegó, se paró de nuevo en el umbral, aguardando á las viajeras. Rogó al carretero que diese una vuelta por el convento á recoger la respuesta; quedó en ello el buen hombre, y se despidió de las dos mujeres, que le encargaron diese las más expresivas gracias al padre Cristóbal, manifestándole su agradecimiento.

Hizo el padre Guardian que Inés y Lucia entrasen en el patio del monasterio, las encomendó á la demandadera, y entró solo á hacer la solicitud. Volvió al cabo de pocos minutos muy conténto á decirlas que entrasen con él; y su presencia fué muy oportuna, porque la madre y la hija no sabian cómo librarse de las preguntas impertinentes de la demandadera. Atravesando otro segundo patio, las instruyó el padre Guardian acerca del modo como debian conducirse con la señora.

—Está bien dispuesta-dijo-en favor vuestro, y puede haceros muchisimo bien. Habladle con bumildad y respeto; respondedle con sencillez á las preguntas que tu-