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el Principe la voz y el tono, prosiguió diciendo que, sin embargo, habia un remedio y una expiacion de toda culpa:

que la suya era de aquellas para las cuales el remedio estaba claramente indicado; y que debia considerar aquel triste acontecimiento como un aviso de que la vida del si - glo era para ella demasiado pe igrosa.

—iAh, si!-exclamó Gertrudis, sobresaltada por el temor, dispuesta por la vergüenza y movida de un arrebato instantáneo de ternura.

—jAb, tú tambien lo conoces!-prosiguió el Principe:- ea, pues, no se vuelva á hablar de lo pasado: todo se borró: has tomado el partido más honroso y el más conveniente que te quedaba; pero como lo has tomado de tu propia voluntad, á mí me ioca hacer que le encuentres en iodo y por todo agradable, y recaiga sobre ti todo el mérito y la utilidad de la resolucion. Yo me encargo de ello.

Diciendo esto, locó una campanilla que estaba sobre la mesa, y á un criado que entró, le dijo:

—Llámame á la Princesa mi esposa y al señorito.

Y prosiguió luégo en estos términos:

—Quiero que todos tomen parte en mi satisfaccion:

quiero que todos empiecen á tratarte como conviene: hasta aquí has encontrado up padre algo severo, pero en adelante encontrarás á uno tierno y amoroso.

Oyendo estaba Gertrudis como alelada este razonamienlo. Unas veces pensaba cómo sería que aquel sí, que se le habia escapado, pudiese influir tanto; otras discurria sobre si babia un medio de retractarle, 6 de alterar su sentido; pero la persuasion del Principe parecia tan completa, su gozo tan seguro y su benevoleneia tan condicional, que Gertrudis no se atrevió á pronunciar una palabra que pudiese incomodarle en lo más minimo.

Llegaron al momento la madre y el hermano, y viendo allí á Gertrudis, la miraron de un modo que indicaba incertidumbre y admiracion; pero el Príncipe, con rostro risueño y tono amoroso, que en cierto modo mandaba que otro igual empleasen los demas:

—Hé aqui-dijo-la ovejilla extraviada. Y quiero que esta sea la última palabra que recuerde lo pasado. Esta niña es el consuelo de su familia: Gertrudis ya no necesita de consejos: lo que nosotros deseamos para su bien lo ha elegido ella misma espontáneamente. Está resuelta; ya me lo ba indicado: está resuelta...

Aquí echó Gertrudis una mirada á su padre, entre teme-