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tenta, mirando la decision de aquel dia como su propia fortuna, y Gertrudis, para que todo fuese completo, tuvo que aguantar las congratulaciones, las alabanzas y los pesados consejos de la vieja. Hablile ésta de una tia suya y otras parientas lejanas que se habian hallado muy bien con ser monjas, porque perteneciendo á aquelia familia, habian gozado siempre de los primeros honores, y teniendo mucha mano fuera, salieron desde su locutorio victoriosas de empeños en que habian quedado mal las primeras damas de la ciudad. Le habló de las visitas que recibiria, y de las aue le haria su hermano cuando se casase con una dama de la primera distineion, con lo que se á borotaria no sólo el convento, sino todo el pais. Esta conversacion tuvo la dueña miéntras desnudaba á Gertrudis, la coutinuó estando ésta en la cama, y ya dormia sin que la vieja hubiese cesado de hablar. La juventud y el cansancio tuvieron más fuerza que los cuidados; sin embargo, el sueño fué inquieto, penoso y acompañado de tristes ensuenos: pero nada le interrumpió sino la voz chiilona de la dueña que per la mañana temprano fmé á despertaria á lin de que se dispusiese para el viaje de Monza.

—Aprisa, aprisa, señora expósita. Ya es de dia claro, y para que usted s vista es menester mas de una hora. La señora está levantándose; la han despertado 'o ménos cuatro horas antes de le acostumbrado. El seiorito ha bajado va á la cabalieriza, ha vuelto á subir, y esta pronto para el viaje. Ese diablillo es más listo que una ardilla; era lo mismo de pequeñito; bien lo sé yo que lo he tenido en mis brazos; pero cuando está dispuesto, le incomoda mucho aguardar; asi es que, á pesar de ser de una excelente pasta, entónces se impacienta y se pone furioso. ¡Pobrecillo! Merece disculpa; es ef eto de su temperamento. ¡Triste dcl que le contradiga en tal ocasion! Ea, señorita, aprisa; ¿por qué me mira usted tan eseanalizada? A estas horas ya debia usted estar fuera del nido.

A la idea del señorito impaciente, todos los demas pensamientos que se habian aglomerado en la imaginacion de Gertrudis, se disiparon á manera de una bandada de gorriones al asomarse una ave de rapiña. Obedeció, pues, al instante, se vistió de prisa, se deió acicalar, y se presentó en la sala, donde estaban reunidos sus padres y su hermano. Hiciéronla sentar en una silla de brazos, y le trajeron una jicara de chocolate, lo que en aquel tiempo era lo mismo que el dar la toga viril entre los romanos.

Cuando avisaron que el coche estaba pronto, el Prín-