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| empresas le halagaban en lugar de arredrarle, se aventaró un dia á dirigirle la palabra, á que contestó la desventurada.

Experimentó Gertrudis en aquellos primeros momentos un placer no enteramente puro, pero muy vivo, porque una ocupacion fuerle y contínua vino á llenar el perezoso vacío de su corazon; sin embargo, este placer era como la bebida fortificante que suministraba á los reos la estudiada crueldad de los anliguos, para animarlos á soportar los suplicios. Notóse al mismo tiempo una gran novedad en toda su conducta: se manifestó de improviso más mesurada y más tranquila, y no sólo cesaron los escarnios, sino que comenzó á producirse con modales más afables y cariñosos; por manera que lanto mayor era el contento de las monjas al ver tan feliz mudanza, cuanto más léjos estaban de figurarse que el verdadero motivo de aquella nueva virtud no era sino hipocresia agregada á sus antiguos defectos. Con todo, no duró mucho aquella apəriencia de mejora, á lo ménos con continua igualdad.

En efecto, no tardaron en producirse las acostumbradas descortesias y caprichos, y se oyeron de nuevo las imprecaciones y denuestos contra la sujecion del claustro, no pocas veces expresados en un lenguaje impropio de aquel sitio y de aquella boca. Pero á cada tropiezo acudia con una apariencia de arrepentimiento, procurando hacer olvidar su descuido á fuerza de halagos. Sufrian las monjas lo mejor que podian semejantes vicisitudes. atribuyéndolas al caricter extravagante y ligero de la señora.

Parece que por algun tiempo ninguna llevó más adelante el pensamiento; pero un dia en que la señora, trabándose de palabras con una lega por cierta habladuría, se desató contra eila en improperios é insultos, la lega, despues de haber aguantado bastante, perdió al fin la paciencia, y se le escapó cierta indirecta indicando que sabia alguna cosa, y que á su tiempo hablaria. Desde entónces no halló Gertrudis sosiego; pero á poco tiempo sucedió que una mañana aguardaron en vano á la lega para el desempeño de sus tareas ordinarias. Buscáronla en su celda, la llamaron por todas partes; revolvieron de arriba albajo el convento, y todo inútilmente. Y quién sabe las conjeturas que se hubieran hacho, si prosiguiendo las diligencias no hubiesen descubierto en la cerca de la huerta un grande agujero, de que infirieron que por allí se habia escapado? Despacháronse propios en várias direcciones para alecanzarla, y se hicieron exquisitas investigaciones por fuera, sin haber