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podido adquirir jamás noticia de ella. Quizá algo se hubiera averiguado si, en lugar de buscarla léjos, hubiesen cavado el terreno más próximo. Despues de haber manifestado todas mucha admiracion, pues nadie creia á aquella mujer capaz de semejante exceso, y despues de muchos argumentos, se vino por fin á parar en que debió haber ido muy léjos; y porque á una monja se le ocurrió decir: «sin duda habrá ido á Holanda,» se dijo y se tuvo siempre por cosa cierta en el convento que se habia refugiado en aquel país.

No obstante, parece que la señora no estaba en ese entender, no porque manifestase no creerlo, 6 se opusiese á la opinion comun eon razones propias, pues si algunas tenía, jamás las disimuló mejor; por el contrario, de nada se abstenia tanto como de tocar semejante historia, y en lo que ménos pensaba era en averiguar aquel misterio; mas cuanto ménos hablaba de él, tanto más presente le tenfa.

¡Cuántas veces al dia se le presentaba la imágen de aquella monja, sin que pudiese apartarla de su mente! ;cuántas veces hubiera querido oir el agudo sonido de su verdadera voz, cualesquiera que hubiesen sido sus amenazas, más bien que tener siempre en el oido mental el susurro de aquella misma voz, y oir palabras á que no queria responder, repetidas con una pertinacia incansable, que jamás tuvo persona alguna viviente! Habria como cosa de un año que habia pasado esta aventura, cuando el padre Guardian de capuchinos presentó á Lucía á la señora, que tuvo con ella aquel coloquio en el cual suspendimos nuestra narracion. Multiplicaba Gertrudis las preguntas acerca de la persecucion de D. Rodrigo, y entraba en ciertos pormenores con un desembarazo que pareció, y debió parecer extraño á Lucía, quien jamás se imaginó que la curiosidad de las monjas pudiese extenderse á semejantes asuntos. No eran ménos extrañas las opiniones que dejaba traslucir, 6 que interpolaba con las preguntas. Parecia que casi se burlaba del terror de Lucia; preguntaba si D. Rodrigo era tan feo para causar tanto miedo, y casi daba á entender que tendria por ridiculo y necio el desden de Lucia, á no disculparla su preferencia por Lorenzo. Tambien acerca de este particular se extendió á tantas y tales preguntas, que provocaron la admiracion y el pudor de luégo que habia dejado correr la lengua iras los extravíos de la imaginacion, procuró enmendar lo mejor que pudo con interpretaciones sus imprudencias; pero no por eso inocente aldeana; pero, advirtiendo