Página:Los novios. Historia milanesa del siglo XVI (1880).pdf/156

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
— 144 —

| dejó Lucía de quedar con cierta desagradable admiracion y confuso recelo, de modo que, en cuanto pudo haliarse á solas con su madre, le descubrió su ánimo con respecto á lo que habia pasado. Inés, como más experimentada, disipó en pocas palabras todas sus dudas, diciendo:

—No debes maravillarte de eso; cuando conozcas el mundo como yo, verás que estas son cosas de que no hay que admirarse. Los personajes, unos más, otros ménos, unos por un lado, otros por otro, todos tienen algo de locos; se les deja que digan, y no se hace caso: al contrario, el modo de conseguir de ellos lo que se quiere, es darles siempre la razon. No viste con qué orgullo se me echó encima, como si yo hubiera dicho algun despropósito? Mas yo no hice caso. Todos son lo mismo; con todo, debemos dar gracias á Dios de que, segun parece, la has agradado, y quiere protegerte de véras.

Él desco de servir al padre Guardian; la satisfaccion que se experimenta en dar amparo á un miserable; la idea del buen concepto que produciria una proteccion concedida con fin tan piadoso; cierta prevencion en favor de Lucía; el placer que causa el hacer bien á una inocente, el consolar y socorrer á los oprimidos, habian realmente determinado á la señora á tomar á su cargo la suerte de las dos emigradas. En virtud de órdenes que dió, y del cuidado que mostró por ellas, las colocaron en la habitacion de la demandadera, considerándolas como empleadas y dependientes del convento. Alegrábanse la madre y la hija por haber hallado tan presto un asilo tan seguro y honroso.

Hubieran tambien deseado que nadie tuviese noticia de ellas; pero esto era imposible en un convento como aquel, tanto más, cuanto habia una persona poderosa cmpeñada en saber el paradero de una de ellas, y en cuyo ánimo se agregaba á la pasion y al empeño primero, el coraje de haberse llevado chasco y haber sido engañado. Nosotros, dejando á las dos mujeres en su refugio, volveremos al palacio de D. Rodrigo, en la hora en que estaba aguardando con ánsia el resultado de su perversa comision.