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Tambien está el Canoso... pero la litera no se ve. ¿Qué diablos querrá decir esto? Asi que entraron todos, dejó el Canoso en un rincon de una pieza baja el bordon, se quitó el sombrero, arrimó la carabina, y, segun lo exigia su empleo, que nadie le envidiaba en aquella ocasion, subió á dar cuenta de su expedieion á D. Rodrigo. Aguardábale éste en la escalera, y viéndelo venir con el aspecto de un bribon chasqueado:

—Y bien,-le dijo,-señor matasiete? įseñor baladron?

1señor general derrotado?

—Dura cosa es,-contestó el Canoso con un pié puesto en el primer escalon;-dura cosa es oirse reconvenir despues de haber servido fielmente, haber cumplido con su obligacion, y á niayor abundamiento, haber arriesgado el pellejo.

—Cómo ha ido? Veamos,- dijo D. Rodrigo encaminándose á su aposento.

Siguióle el Canoso, el cual hizo inmediatamente relacion de lo que habia dispuesto, ejecutado, visto y uo visto, oido, temido y remediado, y lo hizo con toda la confusion, la incertidun.bre y el aturdimiento que debia reinar en sus ideas.

—Tienes razon;-dijo D. Rodrigo;-te has portado bien; has hecho todo lo que era posible; pero... ¿si debajo de este techo habrá algun espfa? Si le hay, y llego á descubrirle... y como le haya, le hemos de descubrir; te aseguro, Canoso, que le he de poner como merece.

—-A mí tambien me ha ocurrido esa especie,-dijo el Canoso.-Si le hubiese, y llegamos á descubrir semejante bribon, mi señor deberia .entregármele. A mí me tocaria pagar al tunante que se hubiese divertido en hacerme pasar una noche de perros como esta: sin embargo, por el conjunto de las circunstancias, me parece que bay otro embrollo que no se comprende; mañana veremos más claro.

—¿No os han conocido?-preguntó D. Rodrigo.

—Me parece que no,-contestó el Canoso.

Y la conclusion de la conferencia fué que D. Rodrigo le mandó tres cosas. Primera, despachar muy temprano dos hombres para que hiciesen al Cónsul la intimacion que hemos visto; segunda, que mandase otros dos á la casucha, para evitar que nadie entrase y viese la litera hasta la noche, que se enviaria por ella, porque no convenia por entónces dar más pasos que pudiesen llamar la ateneion; y tercera, que saliese él mismo á husmear, y enviase tam-