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de mar. Lo que sobre todo trastornaba las cabezas y desordenaba las conjeturas, era el peregrino que vieron Estéban y Cárlos Andrés, al que quisieron matar los facinerosos, y que marchó con ellos, ó se lo llevaron. Y qué vendria á hacer? Unos decian que era un alma buena que acudió para salvar á las dos mujeres; otros que era el alma perdida de un peregrino bribon é impostor, que todas las noches iba á reunirse con los que cometian las maldades que él cometió cuando vivia; otros que era un verdadero peregrino, que quisieron asesinar los bandoleros porque se disponia à despertar á los habitantes; otros (cosa rara) que era uno de los mismos bandoleros disfrazado: en fin, eran tan vagas, tan diversas, tan confusas las noticias, que no hubiera aleanzado á aclararlas toda la sagacidad y experiencia del Canoso, si él hubiera tenido que deslindar esta parte de la historia por medio de las conjeturas ajenas.

Pero lo que justamente era más oscuro, como sabe el lector, para los demas, era tan claro para el Canoso, que le sirvió de llave á fin de interpretar las demas noticias recogidas por él y sus exploradores, y componer una relacion bastante circunstanciada para D. Rodrigo. Encerróse, pues, con él, y le dió cuenta del golpe que intentaron los novios, lo que explicaba el motivo de haber encontrado la casa sin gente y el tocar á rebato. Habló de la fuga de los mismos novios, hallando la causa de eila en el temor que experimentarian despues de su intentona, 6 en algun aviso que recibirian de hallarse invadida su casa; y por último, aña - dió que se habian refugiado en Pescarénico. Alegróse don Rodrigo al ver que nadie le habia hecho traicion, y que no quedaba rastro alguno del hecho, que podia comprometerle; pero su alegría fué efimera.

— ¿Conque huyeron juntos?-exclamó.-¡Y ese fraile! ¡Ese fraile pícaro tiene tambien la culpa de lodo! Pronunciaba estas palabras mordiéndose los labios, y su cara aparecia tan fea como sus pasiones.

—Juro que ese fraile me la ha de pagar... Canoso, á fe de caballero... quiero saber... quiero hallarlos... Esta noche he de averiguar dónde están. Aprisa, Canoso, á Pescarénico al instante á indagar y á saber... Cuatro escudos al momento y mi proteccion para siempre: esta noche quiero saberlo todo... Y ese bribon: ese fraile...

Sale de nuevo el Canoso á campaña, y en la noche de aquel mismo dia pudo traer á su amo la noticia que deseaba. llé aquí de qué manera.

Uno de los mayores consuelos de esta vida es la amis-