Página:Los novios. Historia milanesa del siglo XVI (1880).pdf/163

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
— 151 —

la amistad es el tad; y uno de los mayores consuelos tener una persona á quien poder confiar un secreto. Los amigos no están divididos por parejas como los matrim0- nios, sino que, generalmente hablando, cada uno tiene más de un amigo, lo que forma una cadena interminable.

Cuando, pues, un amigo se proporciona el consuelo de depositar un secrelo en el seno de otro, excita en éste el deseo de proporcionarse respectivamente el mismo consuelo: es verdad que le pide que nada diga; pero si esta condicion se tomase en sentido riguroso, se cortaria inmediatamente el curso de los secretos; por esto la práctica general obliga á que no se fie el secreto sino á un amigo de confianza, imponiéndole la misma condicion; y asi de amigo en amigo corre el secreto la cadena de las amıstades hasta que llega á oidos de aquel ó de aquellos á quienes nunca queria que llegase el primero que le confió. No hay duda en que un secreto por lo regular tardaria mucho tiempo en recorrer dicha cadena si cada uno sólo tuviese dos amigos, esto es, el que le confia, y aquel á quien lo confia; pero hay hombres privilegiados que cuentan los amigos á centenares, y cuando un secreto llega á uno de estos hombres, los turnos son tan rápidos y multiplicados que ya no es posible darles alcance. Nuestro autor no ha podido averiguar por cuántas bocas pasó el secreto que el Canoso tenía órden de descubrir; mas el hecho es que habiendo vuelto á Pescarénico con su carro, á hora de visperas, el buen hombre que condujo las dos mujeres á Monza, se encontró ántes de tocar el umbral de su casa con un amigo de satısfaccion, al cual contó con gran sigilo la buena obra que acababa de hacer y todo lo demas; y el Canoso dos horas despues pudo volver al palacio de D. Rodrigo á darle cuenta de que Lucia y su madre se habian acogido á un convento de Monza, y que Lorenzo habia continuado su camino á Milan.

La separacion de Lorenzo y Lucía excitó en el ánimo de D. Rodrigo un indigno placer, y comenzó á concebir la infame esperanza de lograr su objeto.

Ocupó una gran parte de la noche en idear el modo, y se levantó por la mañana con dos proyectos, el uno decidido, y el otro en bosquejo. Reduciase el primero á enviar á Monza al Canoso, para que se impusiese mejor de la situacion de Lucía, é indagase si se podia intentar alguna cosa. Hizo, pues, llamar á su fiel bandolero, le plantó en la mano los cuatro escudos, celebró la habilidad con que los habia ganado, y le dió la órden premeditada.