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-Señor...-dijo titubeando el Canoso.

—iQué? ¿no me has entendido?

—Si Useñoría quisiese enviar á otro...

—¿Cómo?

—İlustrisimo señor, yo estoy pronto á dar la vida por mi amo; es mi obligacion; pero si Useñoría no quiere aventurar demasiado la vida de sus criados...

—¿Pues qué hay?

—Useñoría no ignora los pregones que tengo encima.

Aquí estoy bajo la proteccion de Useñoría. El señor Podestá es amigo de casa; los esbirros me respetan; y yo tambien...

Es cosa que no me honra mucho; pero para vivir con tranquilidad... los trato como amigos. En Milan conocen la librea de Useñoría; pero en Monza... á decir verdad, allf me conocen todos. Useñoría sabe (no es por alabarme) que el que me entregue á la justicia, ó presente mi cabeza, hace un buen negocio: cien escudos á toca teja, y la facultad de librar á dos reos.

—iQué diablos!--dijo D. Rodrigo.-Te vas pareciendo á aquella clase de perros que apénas tienen ánimo para tirarse á las piernas del que pasa por su puerta, mirando atras para ver si le ayudan los de casa, sin atreverse á se pararse cuatro pasos.

— Señor, creo haber dado pruebas...

—¡En suma!...

—En suma,-contestó el Canoso, picado,-haga Useñoría cuenta que nada he dicho. Corazon de leon, piernas de liebre, y vamos andando.

—No pretendo que vayas solo: llévate un par de hombres de los mejores, y véle sin miedos. Quién quieres que diga nada á tres caras como las vuestras, que van tranquilanente por su camino? Seria necesario que los esbirros de Monza tuviesen en poco su vida para aventurarla por cien escudos; y luégo no creo ser allí tan poco conocido, que la calidad de criado mio no haya de valer algo.

Excitada de este modo algun tanto la vergüenza del Canoso, le dió D. Rodrigo largas instrucciones, y aquél, reunido con los dos compañeros, partió con semblante alegre é impávido, pero renegando interiormente de Monza, de las mujeres, y de las voluntariedades de su amo.

El proyecto de D. Rodrigo era el de hacer que, ya que Lorenzo se habia separado de Lucía, no volviese á verla, ni á poner los piés en el país.

Ocurrióle hacer divulgar voces de amenazas y de insidias, que, llegando á sus oidos por medio de algun amigo,