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le quitasen la gana de volver á su tierra: sin enbargo, pensaba que lo más seguro sería buscar modo de hacerle desterrar del Estado; y conocia que para esto hubiera sido mejor medio el de la justicia que el de la fuerza. Parecíale que no sería dificil abultar un poco la tentativa hecha en la casa parroquial, pintándola como una agresion 6 un acto sedicioso, y valiéndose del abogado Tramoya, persuadir al Podestá que estaba en el caso de librar un auto de prision contra Lorenzo; pero madurando mejor las ideas, echó de ver que no le convenia revolver aquel negocio; y sin alambicarse más el cerebro, determinó descubrirse al abogado Tramoya lo bastante para que comprendiese su deseo.

Mas asi van á veces las cosas de este mundo. Miéntras D. Rodrigo ponia la vista en el Abogado, considerándole como el hombre más á propósito para servirle en semejante negocio, otro hombre (3quién lo creyera?), el mismo Lorenzo trabajaba en servirle de un modo mucho mejor y más eficaz de cuantos hubiese podido imaginar el letrado más embrollon. Vamos, pues, á ver cómo.

Despues de la dolorosa separacion que hemoś re ferido, marchaba Lorenzo desde Monza á Milan, con el ánimo como cualquiera puede fácilmente imaginarse. Huir de su casa, de su país, y, lo que es todavía más penoso, de Lucía: hallarse en un camino sin saber á dónde iria á parar, iy todo por causa de aquel bribon! Cuando pensaba en esto se encendia en cólera, y mil ideas de venganza se asomaban á su imaginacion; pero acordándose entónces de la plegaria que con el buen fray Cristóbal habia dirigido á Dios en la iglesia de Pescarénico, desechaba todo pensamiento contrario á lo que en aquella ocasion habia ofrecido. No tardaba en volver á irritarse; pero viendo una imágen en la pared se quitaba el sombrero, y se paraba á rezar un poco, por manera que en aquel viaje mató más de veinte veces á D. Rodrigo, y más de veinte volvió á resucitarle. El camino, que en aquel tiempo iba entre dos ribazos, era muy fangoso, y con carriles tan profundos, que en cuanto llovia un poco, formaban arroyos; y cuando éstos no bastaban en algunas partes á contener el agua, todo el camino se convertia en un pantano, haciéndose intransitable. En estos puntos ciertos hoyos en el vallado, á manera de escalones, indicaban que habian servido á otros viajeros para tomar el camino por los campos. Subió Lorenzo por ellos, y puesto en paraje más elevado, vió delante de sí aquel grande edificio de la catedral de Milan