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comenzando á comer otro tercero, echó á andar con más incertidumbre que nunca, ansioso de saber qué novedad era aquella. A los pocos pasos vió venir gente de lo interior de la ciudad: los primeros fueron un hombre y una mujer con un muchacho detras.

Llevaban todos una carga que parecia superior á sus fuerzas, y los tres con extraña figura. Así los harapos que llevaban encima como sus caras estaban enharinadas, divisándose apénas la alteracion y el color encendido de sus rostros. El modo de andar no sólo era fatigoso por el pes90, sino que tambien se advertia en él cierta dificultad como de miembros magullados y doloridos.

Llevaba el hombre colgando del cuello un gran saco de harina con algunos agujeros por donde salia porcion de ella á cada traspié de los que con frecuencia daba; pero más rara era la figura de la mujer. Tenfa, al parecer, un corpanchon desmesurado con los brazos larguisimos, que le sostenian con trabajo, y parecian dos asas encorvadas desde el cuello hasta el centro de una desmedida redoma.

De debajo de aquel corpanchon salian dos piernas desnudas hasta la rodilla que caminaban vacilando. Miró Lorenzo con atencion, y vió que lo que formaba aquel gran cuerpo eran los guardapiés de la mujer, levantados casi hasta el pescuezo, y tan atestados de harina, que de cuando en cuando salia algun poco. El muchacho levaba en la cabeza con las dos manos una canasta llena de pan, y como tenía las piernas más cortas que sus padres, quedaba detras á trechos, y teniendo que correr de cuando en cuando para alcanzarlos, se le iban cayendo los panes de la canasta.

—Si dejas caer otro, pedazo de bruto...-dijo la madre al muchacho rechinando los dientes:-por vida de tal...

—Yo no los dejo caer,-respondió el muchacho:-si ellos se eaen, ¿cómo lo he de remediar yo?

—Tu fortuna es-replicó la madre-que tengo las manos ocupadas.

Y como al decir esto meneó los brazos, como si quisiese pegar al pobrecillo, vertió más harina que la que entraba en los dos panes que se le cayeron entónces al muchacho.

—Vaya, vaya,-dijo el hombre;-volveremos atras para recogerlos, y si no, no faltarán otros pobres que los recojan. ¡Hace tanto tiempo que estamos muertos de hambre! Ahora que hay un poco de abundancia, gocemos de ella en santa paz.