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lo que solian, desamparando sus haciendas los labradores, los cuales, en vez de proporcionar con su trabajo el sustento propio y ajeno, se veian obligados á pedirlo por amor de Dios de puerta en puerta.

He dicho más de lo que solian, porque las insoportables gabelas impuestas sin concierto y arrebatadas con no ménos ruidosa rapacidad; la conducta habitual, áun en tiempos pacificos, de las tropas estacionarias, comparada en los iristes documentos de aquella edad con la de un ejército enemigo, y otras causas largas de referir, habian ido labrando lentamente de algunos años atras en todo el Milanesado la fatal penuria que le aquejaba: así las circunstancias particulares de que hablamos ahora pueden reputarse como una exacerbacion repentina de un mal crónico y antiguo. Apénas se acabó de recoger aquella tan miserable cosecha, cuando las provisiones para el ejército y el des- • órden que siempre las acompaña la redujo á tal extremo, que empezó á experimentarse la escasez, y tras ella su tan doloroso como seguro y á veces tan saludable resultado, la carestía.

Pero cuando la carestía llega á cierto punto, se levanta siempre (6 al ménos así lo hemos visto hasla abora; y si esto sucede en el dia despues de tantos y tan juiciosos escritos sobre esta materia, qué sucederia entónces?); digo que se levanta y acredita el rumor en el público de que no es la escasez quien la motiva. Se olvidan las gentes de que la temieron y vaticinaron; y suponen desde luégo que hay todo el grano que se necesita, y que el mal dimana de que no se vende lo suficiente para el consumo; suposiciones todas infundadas, pero que lisonjean al mismo liempo la cólera y la esperanza; se atrilbuye la carestia á los tratantes en granos, verdaderos ó imaginarios, á los propietarios de tierras que no lo vendian todo en un dia, á los panaderos que lo compraban; en una palabra, á cuantos por sus tráficos en estos articulos se supone que ocultan grandes acopios.

Estos eran el objeto de las quejas universales y de la ira de las personas bien 6 mal vestidas. Se citaban los almacenes, se decia dónde estaban los graneros llenos y apuntalados, se indicaban números excesivos de sacos, se hablaba como de cosa cierta de las inmensas cantidades

  • de cereales que se enviaban furtivamente á otros pafses, en los cuales probablemente se clamaba con igual furor y certeza; suponiendo que su3 granos venian á Milan. Se imploraban de los magistrados aquellas providencias que