Página:Los novios. Historia milanesa del siglo XVI (1880).pdf/172

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
— 160 —

á la muchedumbre parecen stempre, 6 á lo ménos han parecido, equitativas, sencillas y eficaces para hacer salir á la plaza el grano que suponian escondido, emparedado y sepultado en silos, y restablecer la abundancia. Los magistrados echaban mano de cuantos medios les dictaba aquel apuro, como el de fijar el precio máximo de algunos géneros, de imponer penas á los que se negaban á vender, y otros de la misma especie. Pero como la eficacia de las disposiciones humanas, por muy enérgicas que sean, no alcanza á disminuir la necesidad de comer, ni á producir cosechas fuera de tiempo; y las que se tomaban entónces no eran á la verdad las más oportunas para atraer los viveres de los puntos en que pudiese haber abundancia de ellos, el mal duraba y aumentaba de dia en dia. La muchedumbre lo atribuia á la falta ó á la flojedad de los remedios, y reclamaba á gritos otros más decisivos y eficaces. Por desgracia dió con un hombre á medida de su deseo.

En ausencia del gobernador 6 capitan general D. Gonzalo Fernandez de Córdoba, que se hallaba en el sitio del Casal de Monferrato, hacía sus veces en Milan el gran caneiller D. Antonio Ferrer. Persuadido (zy quién no lo estaria?) de que el precio moderado del pan sería una cosa excelente, se figuró (aqui está el error) que una órden suya bastaria para disininuirlo; y en este supuesto fijó la tasa del pan como si el trigo se vendiese al precio regular de treinta y treinta y tres liras la medida comun del país, siendo así que llegaba hasta á ochenta, haciendo con esto lo que haria una vieja que creyese rejuvenecer falsificando su fe de bautismo.

Ordenes ménos absurdas y ménos injustas habian quedado más de una vez sin efecto por la resistencia misma de ļas cosas; pero en la ejecucion de esta se interesaba la muchedumbre, que, viendo por fin convertido en ley su deseo, no sufriria ciertamente que quedase ilusoria.

En efecto, acudió en el momento á las panaderías á pedir pan al precio tasado, y acudió con aquella resolucion y aquel tono amenazador que inspiran las pasiones apoyadas en la ley y la fuerza. Los magistrados por una parte imponian penas, y por otra el pueblo estrechaba, y á la menor tardanza en ser complacido, murmuraba y amenazaba sordamente con una de sus sentencias, que son las peores de cuantas se ejecutan en el mundo; y así los pobres panaderos no tenian otro recurso sino el de amasar, cocer y vender sin descanso. Mas para seguir de aquella