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facilidad de la empresa, eorren á bandadas en busca de otros cuévanos, y cuantos encuentran tantos quedan despachados. Tampoco fué necesario dar el asalto; porque los que los llevaban, lo mismo era ver la turba que soltarlos en el suelo y poner piés en polvorosa. Sin embargo, los que quedaban en blanco eran los más; los mismos gananciosos no estaban satisfechos, y como confundidos unos y otros se hallaban allí los que habian contado con un desórden de mayor lucro, se empezaron á oir las voces. «jA los hornos! ¡A las panaderías!»

En la calle que se llama el Coso de los Servitas habia un un horno y lo hay todavía con el mismo nombre, nombre que en toscano significa el horno de la provision, y en milanes se compone de palabras tan extrañas, que no hay letras en el alfabeto para expresar su sonido (1). A aquel punto se dirigió la turba. Estaban los amos informándose del mozo que volvia saqueado, y que todavía trémulo, contaba tartamudeando su triste aventura, cuando oyeron á lo léjos los rumores del tropel que se acercaba, y á poce se dejaron ver sus precursores.

—Cerrad, cerrad pronto,-gritan unos: corren otros á pedir auxilio á la justicia; otros atrancan aprisa las puertas y ventanas, y entrelanto crece la turba delante de la casa gritando: «;Pan! ¡Pan! abrid esas puertas.»

Llega en este intermedio el Capitan de justicia, acompañado de sus alabarderos, diciendo: «;Señores! ¡señores! ¿Qué es esto? Alabarderos, abrid paso al Capitan de justicia.» Como no habia aún mucha gente rounida, pudieron los alabarderos con su jefe llegar, aunque desordenados, .basta la puerta del horno, y desde ella peroraba el Capitan en estos términos: «Señores, ¿qué hacen ustedes aquí? cada uno á su casa; ¿dónde está el temor de Dios? 1Qué .dirá el Rey nuestro señor? A nadie se trata de hacer daño; pero cada uno á su casa. ¿Qué diablos querrán ustedes hacer aquí? ¡Ea, á sus casas! ¡á sus casas!» Pero áun cuando hubiesen querido obedecer los que oian las palabras del Capitan, no hubieran podido hacerlo, porque ellos mismos eslaban estrechados y empujados por los que venian detras, como sucede con las olas, hasta la extremidad de la bulla que por momentos se iba aumentando. Como al mismo Capitan ya le empezaba á faltar la respiracion, decia á.los alabarderos:-«Por Dios, alejad á esa gente para que pueda respirar; pero á ninguno le hagais daño: veamos (1) Toda la novela está eserita en dialecto milanes.