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| pero en ninguna se aglomeró tanta gente que pudiese hacer con impunidad lo que queria. En unas los amos habian reunido varios amigos y parientes, y estaban á la defensa, y en otras, siendo ménos numerosos 6 más tímidos los dueños, entraban en convenio, distribuyendo pan á los que se reunian, con la condicion de que se marchasen, y éstos lo verificaban, no porque estuviesen contentos con lo que les daban, sino porque no osando los esbirros ni alabarderos acercarse al horno grande, se presentaban en otras partes con fuerza suficiente para contener aquellos pocos amotinados. Con esto el desórden y el alboroto se iban aumentando cada vez más en esta desgraciada panadería, porque todos aquellos á quienes punzaba la codicia 6 el ånsia de cometer alguna fechoría de provecho, acudian allf donde, siendo mayor el número de sus amigos, era más segura la impunidad.

Este era el estado de las cosas, cuando Lorenzo, como dijimos, acabando de comer su pedazo de pan, iba andando por el barrio de la Puerta Oriental, dirigiéndose sin saberlo al centro del mismo tumulto. Caminaba unas veces impelido, otras embarazado por la turba, y en el camino atisbaba y aplicaba el oido con el fin de ver si entre el discorde rumor del concurso llegaba á enterarse de lo que estaba pasando: y éstas poco más ó ménos fueron las razones que pudo comprender.

—Ya está conocida-decia uno-la impostura de esos bribones que sostenian que no habia ni pan, ni harina, ni trigo. Ya lo hemos visto, y á buen seguro que no nos engañan en adelante. ;Viva la abundancia!

—Con esto nada adelantamos,-decia otro;-es hacer un hoyo en el agua; y quizá será peor si no se hace un buen escarmiento. No hay duda de que abaratarán el pan; pero echarán en él veneno para que los pobres muramos como moscas: ya dicen que hay mucha gente de más: lohan dicho en la misma Junta, y yo lo sé, á no dudarlo, porque se lo he oido á mi comadre, que es amiga de un pariente de un mozo de cocina de los señores de la Junta.

Echando espuma por la boca, decia cosas horrendas otro que venía sujetando con la mano á la cabeza un pingajo de pañuelo entre el cual se descubrian mechones de pelo descompuesto y ensangrentado: y las expresiones con que algunos le consolaban eran tan comedidas y decentes como las suyas.

—A un lado, señores: dejen pasar á un pobre padre de familia que lleva de comer á cinco hijos:-así decia uno