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rada, que ofendiendo á los ménos obstinados bubiera irritado á los más atrevidos; además de que tampoco teníia ipstrucciones para ello. Abrirse paso, y arrollar por todo á derecha é izquierda, y marchar adelante, hubiera sido lo más acertado; pero la dificultad consistia en conseguirlo. ¿Quién sabe si los soldados hubieran podido marchar unidos? y en el caso de separarse entre la turba, cada uno de ellos se hubiera hallado solo á merced de los amotinados enfurecidos. Atribuyendo éstos á miedo, con razon 6 sin ella, la irresolucion del oficial y la inmovilidad de los soldados, los que estaban más cerca los miraban como burlándose de ellos, los que se hallaban algo más léjos los insultaban con denuestos y visajes, y los más distantes ó no sabian, ó les importaba poco que allí estuviesen: entretanto, los trabajadores proseguian en su empeño, sin otro pensamiento más que el de concluir pronto la empresa, que no cesaban de animar con voces los espectadores.

Entre éstos se distinguia y llamaba la atencion un viejo de mala traza, el cual abriendo cuanto podia sus hundidos ojos, echando fuego, y contrayendo las arrugas del rostro con una sonrisa de diabólica complacencia, enseñaba con las manos levantadas por encima de sus infames canas un martillo, una cuerda y cuatro clavos, jactándose de que con ellos habia de clavar al Director en la puerta de su misma casa despues de muerto.

Horrorizado Lorenzo al oir aquellas expresiones, que algunos celebraron, pero animado al mismo tiempo con ver que otros, aunque callados, manifestaban en su rostro el mismo horror, se le escapó decir:;Qué vergüenza! ¿Hemos de usurpar nosotros el oficio al verdugo? ¡Asesinar á un cristiano! ¿Cómo queremos que Dios nos dé pan, si cometemos semejantes iniquidades? Rayos serán lo que nos envie, y no pan.»

¡Tú que lal dijiste!-«jAh, perro, traidor!-gritó volviéndose á Lorenzo con una cara endemoniada, uno de los que en aquella confusion alcanzó á oir sus amonestaciones.-¡Aguarda, aguarda! Hé aquí un criado del director, disfrazado de serrano: es un espía, já él, á él!» Mil voces suenan alrededor: «:Quién? ¿dónde está? jun criado del Director! ¡un espía! Es el Director disfrazado que trata de fugarse; ¿dónde está? ;A él, á él!»

Enmudece Lorenzo, s9 encoge, y quisiera escurrirse.

Algunos le ayudan á ocultarse, y procuran confundir aquelas fatales palabras con otras voces y gritos; pero lo que