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le valió más que todo fué la expresion de «paso, paso, sefiore3, que se oyó allí cerca con un «vamos, quien echa aquí una mano, compañeros?»

Provenia esto de que algunos traian una escalera largufsima, para apoyarla á la casa y entrar por una ventana.

Pero por fortuna el mismo medio que habia de facilitar la empresa era dificil de ejecutar, por el embarazo que encontraban los que traian la escalera para haber de pasarla entre tanta genle sin causar daño á nadie. Los tropezones, los encuentros, los empujones, los golpes, fueron un excelente medio para separar y disipar å los enemigos de Lorenzo, el cual se aprovecho de la confusion, y poco á poco al principio, y meneando despues los codos á toda prisa, se alejÓ de aquel paraje con ánimo de salir del tumulto lo más pronto que pudiese, é ir sin más demora á buscar al padre Buenaventura.

En esto, un movimiento, que de improviso empezó en una extremidad del concurso, se propaga por toda la muchedumbre. Se difunde la voz de que viene el gran Canciller. El efecto que produjo este nombre donde quiera que llegó á oirse, fué excitar en unos sorpresa, placer en otros, y en otros cólera y despecho. Quién lo celebra, quién lo reprueba, quién quiere desmentir su llegada, quién la confirma, quién lo bendice, y quién lo detesta.

—Viene el gran Canciller,-dicen unos.

—No es cierto,-dicen otros.

—Si, sí; ¡viva el Sr. Ferrer, el que abarata el pan!

—No, no.

—Sf, viene en coche.

—Eso qué importa?

—¿Qué tiene que hacer aquí?

—A nadie queremos.

—¡El Sr. Ferrer! ¡viva el Sr. Ferrer, el amigo de los pobres! Viene á llevarse preso al Director.

—No, no; queremos tomarnos la justicia por nuestra mano: atras, atras.

—Si, si, venga el gran Canciller, y vaya preso el Director de provisiones.

Y poniéndose todos de puntillas, se volvieron á mirar hácia la parte en donde se anunciaba la llegada del Canciller. Levantándose todos, veian lo mismo que si no se hubiesen levantado; pero esto no impidió que cada cual se empinase cuanto podia.

Con efecto, en ia extremidad opuesta á aquella en que se hallaban los soldados, llegaba en coche D. Antonio