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Ferrer, el gran Canciller, el cual, arguyéndole quizá la conciencia de haber, con sus disparates y su terquedad, dado márgen á aquel tumulto, iba á ver si podia aquietarle, ó por lo ménos estorbar uno de sus más funestos efectos, empleando una popularidad mal adquirida.

En los alborotos populares hay siempre cierto númeno de hombres que por acaloramiento, por fanatismo, por perversos designios 6 por una maldita inclinacion al trastorno hacen todo lo posible para llevar las cosas á los mayores extremos: proponen y promueven las medidas más desatinadas, y soplan el fuego, cuando le ven cerca de apagarse: para ellos nada es demasiado, y quisieran que el alboroto nunca tuviese término ni medida; pero en compensacion hay otro número de hombres que quizás con igual empeño y no ménos teson, trabajan en sentido opuesto, algunos movidos por amistad ó por parcialidad en favor de las personas amenazadas, y otros sin más impulso que una natural aversion á la sangre y á las atrocidades (Dios los bendiga). En cada uno de estos partidos opuestos, áun cuando no haya convenio anterior, la ufiformidad de voluntad y de deseos crea un concierto instantáneo en las operaciones. Lo que luégo compone la masa y casi el material del tumulto, es una reunion mixta de hombres que más ó ménos, por gradaciones indefinidas, propenden á uno y otro extremo, unos un poco acalorados, ó bribones, otros un poco inclinados á cierta justicia, segun ellos la entienden, otros anhelando por ver alguna atrocidad memorable, dispuestos á la ferocidad 6 á la misericordia, al respeto 6 á la exageracion, segun se presenta coyuntura de manifestar á las claras el uno 6 el otro sentimiento, desean siempre saber ó crear algun gran suceso, y se hallan con necesidad de vituperar, aplaudir 6 de gritar por alguno.

«Viva, ó muera» son sus palabras favoritas, y el que llega á persuadirles que una persona no merece ser ahorcada, ya no necesita gastar mås palabras para convencerlos de que es digna de que se la lleve en triunfo. Son actores, espectadores, instrumentos y åun dispuestos á callar cuando nadie les sugiere las palabras, á desistir cuando faltan los instigadores, á desbandarse cuando algunas voces sin contradiccion dicen: «vámonos,» y á volverse á sus casas preguntindose unos á otros: ¿Qué ha sido? Pero como esta masa tiene en semejantes casos la mayor fuerza, 6 por mejor decir, es la fuerza misma, cada una de las dos partes emplea todos los obstáculos, segun viento,