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| pueblo de hambre. El Director será castigado como merece (si es culpado). Sí, si, á esos panaderos se les pondrán las peras á cuarto. ¡Viva el Rey! ¡Vivan los buenos milaneses! (Animo, ya estamos fuera de riesgo).

En efecto, ya habian salido casi del mayor apuro, y cuando el gran Canciller empezaba á dar algun descanso á sus pulmones, vió venir un piqucte de soldados españoles, que á pesar de poderse considerar ya como lo que vulgarmente se llama el socorro de España, y en lombardo el socorro de Pisa, no dejaron de ser de alguna utilidad á lo último, pues auxiliados por varios paisanos, cooperaron á disminuir el gentio. Al emparejar con el coche se formaron presentando las armas al gran Canciller, que saludó á derecha é izquierda, diciendo al Oficial con tono irónico:

«Beso á usted las manos,» como si dijese: ¡Valiente socorro me habeis prestado! Contestó el Oficial al saludo, y se encogió de hombros, por manera que aquí hubiera venido bien aquello de cedant arma toge; pero D. Antonio Ferrer no estaba para citas, además de que hubieran sido palabras echadas al viento, pues el Oficial no entendia el latin.

Con pasar Pedro por aquellas dos filas de migueletes, recobró su antiguo brio, se acordó de quién era y á quién servía, y dando gritos á lo cochero, sin otras ceremonias, por ser ya poca la concurrencia, sacudió á los caballos y los hizo tomar el trote hacia la ciudadela.

—Respire usted, ya estamos fuera,-dijo D. Antonio al Director; quien animado con no oir la gritería del pueblo, con el correr del eoche, y con estas palabras, se incorporó dando mil y mil gracias á su libertador; el cual, despues de haberse condolido con él por el pasado peligro, y haberse congratulado por su libertad:-ah!-exclamó pasándose la mano por la calva.-Qué dirá S. E., que desde luégo está dado á los diablos, con ese maldito Casal, que no quiere rendirse? Qué dirá el Conde-duque, que se asusta con que una hoja de un árbol meta más ruido que la otra? ¿Y qué dirá el Rey nucstro scñor, pues al cabo no le han de poder ocultar lo que ha pasado? Sabe Dios el rumbo gue tomará este negocio!

—Yo esta clase: me lavo las manos: hago dimision de mi destino en manos de V. E., y me voy á una choza de la sierra.

Me voy á meter ermitaño. Ya nada quiero con esos bárbaros.

—Usted-respondió con gravedad el gran Cancillerhará lo que más convenga al scrvicio de S. M.

mí-dijo el Director-no quiero más cargos de