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apuró de nuevo. Extendiendo luégo la otra mano con el indice tieso hácia el bando abierto:

—Aquí tenemos-añadió-esta hermosa hoja de misal; me alegro mucho; conozco esas armas: sé lo que quiere decir esa cara de hugonote, con el dogal al pescuezo (1); quiere decir, mande quien pueda, y obedezca el que quiera.

Čuando esa cara haya enviado á galeras al señor D... ya sé yo... como dice otra hoja de misal igual á esta; cuando haya resuelto que un mozo hombre de bien pueda casarse con una muchacha honrada, que quiere ser su mujer, entónces no sólo diré mi nombre, sino que tambien le daré encima un beso. Si un bribon con otros bribones á sus órdenes, porque si fuese solo... (aquí concluyó la frase con un gesto expresivo) si un bribon, digo, quisiere saber dónde estoy para hacerme mal, pregunto yo: ¿esa cara vendria á s0- correrme? No es mala ocurrencia el que haya de contar yo mis negocios. Supongamos que haya venido á Milan á confesarme; siempre será con un capuchino, y no con un posadero.

Este callaba, mirando sin cesar al camarada de Lorenzo, el cual tampoco hablaba palabra. Lorenzo (nos pesa el decirlo) se tragó otro vaso de vino, y prosiguió:

—Te daré otra razon, amigo mio, que quizá llegará á convencerte. Si los bandos que se expiden en favor de los buenos cristianos nada valen, han de valer los que hablan contra ellos? Llévate, pues, todos estos embelecos, y tráete en su lugar otro jarro, porque éste ya está roto (diciendo esto le dió con un nudillo de la mano, añadiendo): ¿No oyes cómo suena á rayado? Esta vez el discurso de Lorenzo habia llamado la atencion de los demas; así que cuando acabó de hablar se levantó un murmullo general de aprobacion.

—Y yo qué arbitrio tengo?-dijo el posadero mirando al desconocido, que para él no lo era.

—Vaya, vaya,-gritaron algunos de los circunstantes:- tiene razon el forastero: todas son picardias, bribonadas, extorsiones. Ley nueva, ley nueva de aquí adelante.

Entre esta gritería, echando el desconocido una mirada como de reconvencion al posadero por su imprudencia, dijo:

(1) En la cabeza de los bandos que se publicaban entónces, se estampaban como en el dia las armas del capitan general; y las de Gonzalo de Córdoba tenian un rey moro encadenado por el cuello.