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cho podia serle este recurso? dígalo quien tenga una pizca de seso.

Nosotros referimos sólo algunas de las muchisimas palabras que se le escaparon en aquella nalhadada noche; las demas las omitimos porque no vendrian al caso, pues no sólo carecian de sentido, sino hasta de la apariencia de tenerle, y en un libro que ha de verse impreso, esta es una condicion indispensable.

—iAb! posadero, posadero,-empezó mirando alrededor de la mesa, ó hácia la chimenca: å veces dirigiéndole la palabra á donde no estaba, seguia charlando en medio de la algazara de los concurrentes.-Qué bueno eres!... No puedo tragarla... la pasada del nombre y del apellido, y negocios que traia... A un mozo de mis circunstancias!...

No te has portado como convenia... ¿Digo bien, señores? Los posaderos debian ser siempre en favor nuestro... Oye, amigo; quiero hacerte una comparacion... por el motivo...

¡Hola! įse rien ustedes? Estoy algo alegre; ¿no es verdad?.

Pero hablo en razon. Díme; iquién te sostiene la casa? La gente honrada como nosotros; estos cuatro mosquitos: ¿no digo bien? ¿Vienen alguna vez á tu casa esos señores de los bandos á humedecerse las fauces?

—Es toda gente que bebe agua,-dijo uno de los concurrentes.

—Quieren no perder la cabeza para poder mentir mejor,-añadió otro.

—jAh!-exclamó Lerenzo;-veo que es el poeta el que ahora ha hablado... luego tambien el poeta entiende mis razones. Respóndeme, pues, posadero de los diablos.

¿Ferrer, que es el mejor de todos, ha venido aquí nunca á echar un brindis; á gastar la mitad del sueldo? Y ese perro ascsino de D... callo porque... En fin, estoy contento con que no haya corrido sangre; ese es oficio que debe dejarse al verdugo... Pan, eso si... qué empujones, qué ccdazosme han dado! Yo tambien he distribuido bastantes... Allí hubiera yo querido ver al señor Cura... y á fe que sé muy bien lo que tengo en el pensamiento.

Al pronunciar estas palabras, bajó la cabeza y estuvo algun tiempo como pensativo y cavilando; dió luégo un suspiro, y levanti la cabeza con ojos encandilados, y tan decaido, que hubiera sido lástima que le hubiese visto la persona que ocupaba entónces su imaginacion; pero aque- İla gentualla, que ya habia empezado á divertirse con su expresiva elocuencia, se burlaba todavía más al verle compungido. Los más inmediatos llamaban á los demas para