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que le mirasen, y con esto vino á ser el juguete de toda aquella chusma, y no porque todos estuviesen en sano juicio, sino porque, á decir verdad, ninguno le habia perdido tanto como el pobre Lorenzo, teniendo además la desgracia de ser forastero. Ya uno, ya otro, empezaron á hostigarle con preguntas impertinentes y groseras, y Lorenzo unas veces se escandalızaba, otras tomaba la cosa á risa, otras, sin hacer caso de lo que decian, hablaba de cosas distintas, otras respondia, otras preguntaba, y siempre á pausas y disparatadamente.

Por fortuna, en ian completo desvarío le habia quedado bastante instinto para ocultar los nombres de las personas, de suerte que ni siquiera profirió aquel que debia estar más grabado en su memoria, porque å la verdad, hubiéramos sentido que dicho nombre, que merece nuestro. respeto, bubiese andado en aquellas bocas asquerosas, y hubiese sido objeto de diversion para aquellas lenguas impuras.

CAPÍTULO XV.

Viendo el posadero que la burla iba pasando de raya, y duraba más de lo regular, se acercó á Lorenzo, y pidiendo tambien con buen modo á los demas que le dejasen, le iba sacudiendo agarrado de un brazo, iratando de hacerle comprender y persuadirle que fuese á acostarse; pero Lorenzo volvia á la cantinela del nombre, apellido y bando:

sin embargo, las palabras cama y dormir, repetidas muohas veces á sus oidos, hicieron tanta impresion en su ánimo, que le dieron á conocer muy distintamente la necesidad de lo que significaban, y produjeron un momento de lúcido intervalo. La corta dósis de razon que recobró le hizo comprender que la mayor parte habia desaparecido, del mismo modo que la última luz de una iluminacion hace ver que las demas están apagadas. Tomó, pues, una resolucion; plants las manos sobre la mesa, procuró una y dos veces levantarse, suspiró, estuvo vacilante, y por fin á la tercera, ayudado por el posadero, se puso de pié. Sosteniéndole ei mismo posadero, le hizo pasar entre la mesa y el banco, y tomando con una mano una luz, con la otra le condujo lo 13