Página:Los novios. Historia milanesa del siglo XVI (1880).pdf/21

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
— 9 —

tunos para continuar haciendo lo que prohibian los bandos.

Estos, á la verdad, podian molestar y oprimir á cada paso al hombre incaulo que no tuviera fuerza propia ni proteccion, porque con el fin de extender sus disposiciones á todo hombre para precaver castigar todo delito, sometian cada movimiento de la voluntad privada á la voluntad arbitraria de mit magistrados y ejecutores. Pero el que ántes de cometer ei delito habia tomado sus medidas para acogerse á tiempo á un convento, ó á un palacio en donde nunca hubiesen puesto el pié los esbirros; el que sin olra precaucion llevaba una librea, que empeñase la vanidad 6 el interes de una familia poderosa 6 de una corporacion á defenderle, podia reirsc de toda la bulla de los bandos y de los edictos. De los mismos que estaban encargados de su ejecucion, algunos pertenecian por su nacimiento á las clases privilegiadas, otros dependian de ellas por clien- Lela; unos y otros habian abrazado sus máximas por educacion, por interes, por hábito, ó por imitacion, y se hubieran guardado de faltar á ellas en obsequio de un pedazo de papel pegado á una esquina.

Por otra parte, aunque los hombres encargados de su inmediąta ejecucion hubiesen sido lan resueltos como héroes, tan obedientes como monjes, y tan resignados como márlires, jamás hubieran llegado .á conseguir el intento, tanto por ser inferiores en número á aquellos con quienes debian entrar en pugna, cuanto por la frecuente probabilidad de que los abundonasen, y quizá los sacrificasen los mismos que en abstracto, ó digámoslo así, en teoria, les mandaban obrar. Ademas, estos encargados eran, por lo regular, hombres malos, canalla sacada de la hez del pueblo; su mismo encargo se tenía por vil, y su nombre como una afrenta. De aqui es facıl inferir que tlales gentes, léjes de aventurar su vida en una enipresa casi imposible, venderian su inaecion y-áun su connivencia á los poderosos, y se limitarian á ejercer sus detestadas facuitades y la fuerza que tenian en aquellas ocasiones en que no hubiese riesgo en oprimir, esto es, en vejar á los habitantes pacíficos é indefensos.

El hombre que trata de hacer daño ó teme que se lo hagan, busca naturalmente aliados y compañeros; así es que en aquellos tiempos llegaba al exceso la tendencia de los individuos á reunirse en clases, á formar nuevas corporaciones, y á aumentar la fuerza de aquellas á que pertenecian. El clero trabajaba en defender y extender sus inmunidades, la nobleza sus privilegios, y el militar sus