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pa en casa del Director de provisiones; se atajaron las bocacailes con vigas y carros; se mandó á los panaderos que amasasen pan sin intermision; se despacharon propios á los pueblos inmediatos con órden de remitir trigo á la ciudad, y para cada horno se destinaron diputados nobles, que al amanecer se trasladasen á ellos, á fin de cuidar del repartimiento del pan y contener á los turbulentos con su autoridad y buenas palabras; pero para dar, como se suele decir, un golpe al caballo y otro á la silla, y bacer más eficaz la blandura con un poco de temor, se trató tambien de echar mano á algunos de los alboroladores, y esta era principa'mente la atribucion del Capitan de justicia, cuya disposicion respecto de las asonadas y de los sediciosos es fácil inferir cuál sería.

Sus lebreles ya estaban en campaña desde el principio del alboroto, y aquel famoso Ambrosio Fusella era, como lo dijo el posadero,, un esbirro disfrazado que recorria las calles con encargo de coger infraganti á alguno, seguirlo, apuntar su nombre y pescarle luégo por la noche cuando todo estuviese sosegado, 6 á la mañana siguiente. Habiendo oido cuatro palabras del sermon de Lorenzo, le señaló inmediatamenté, pareciéndole que aquel individuo era el más á propósito para su intento. Conociendo además que era forastero, pensó dar el golpe maestro de conducirle en caliente á la cárcel, como la posada más segura de la ciudad; pero por entónces se le volvió el sueño del perro, como hemos visto: pudo, sin embargo, llevar á sus jefes el nombre, apellido y patria, con otras muchas señas de conjetura; por manera que cuando llegó el posadero á dar razon de lo que sabía de Lorenzo, ya estaban allf mejor enterados que él. Entró, pues, en la oficina de costumbre, y dió su denuncia, diciendo que se habia hospedado aquella noche en su casa un forastero, el cual jamás quisó manifestar su nombre.

— Habeis cumplido con vuestra obligacion dándonos semejante aviso,-dijo un escribano soltando la pluma;-pero ya lo sabemos.

—Gran misterio!-dijo el posadero para sf;-ipor cierto es una gran habilidad!

—Ya sabemos tambien-continuó el Escribano-ese nombre tan misterioso.

—Qué diablo!-dijo el posadero en su interior;-eso del nombre ya pica en historia.

—Pero vos-replicó el otro con seriedad-no lo decís todo francamente.