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llevarse á Lorenzo á buenas, porque si se le declaraba la guerra, no se podia asegurar que llegados á la calle no se encontrasen tres contra uno: por esto hacía del ojo à los esbirros para que tuviesen paciencia y no exasperasen al mozo; y él tambien por su parte procuraba templarle con buenas palabras. Lorenzo entretanto iba vistiéndose poco á poco, y enlazando lo mejor que podia las especies inconexas del dia anterior, empezaba å creer que los bandos, su nombre y apellido debian ser la causa de aquel contratiempo. Pero ¿cómo diablos el hombre de la capa negra sabía su nombre? Y qué habria sucedido en aquella noche para que la justicia hubiese adquirido tantas noticias para venir en derechura á echar la mano á uno de los buenos que el dia ántes habian hecho tan honroso papel, y que al parecer no todos estaban dormidos, pues tambien él percibia en la calle cierto murmullo que crecia por instantes? Mirando despues la cara del Escribano, advertia, á pesar de su forzado disimulo, la turbacion que éste procuraba ocultar. Por lo cual, con objeto de aclarar sus conjeturas y descubrir tierra, como tambien para ganar tiempo é intentar un golpe maestro, dijo:

—Comprendo muy bien que el orígen de todo esto es mi nombre y apellido. Ayer noche, á la verdad, estaba yo algo más alegre de lo que acostumbro. Estos posaderos tienen á veces vinos tan traidores... y á veces... ya se sabe que cuando el vino ha pasado por el canal de las palabras, quiere él tambien decir sus cosas, pero cuando no se trate de otro asunto, estoy pronto á dar toda la satisfaccion que se quiera; y últimamente useñoría ya sabe mi nombre: por cierto que no sé quién diablos se lo ha dicho.

—Bien, amigo, bien,-contestó cariñosamente el Escribano:-veo que eres mozo de juicio, y créeme, pues yo entiendo estos negocios; tú eres más avisado que otros:

ese es el mejor modo de salir bien del pantano. Con tan buenas disposiciones, en un momento estás despachado y puesto en libertad: pero yo, ya ves, tengo las manos atadas, y no puedo soltarte aquí como quisiera. Ea, pues, despáchate, y ven sin miedo, que en cuanto vean quién eres...

además yo diré... descuida: en fin, veremos: vamos, pues, hijo, vamos.

—jAh! ya veo que useñoría no puede,-dijo Lorenzo al paso que continuaba vistiéndose, desechando con gesticulaciones las que hacian los eshirros para ponerle las manos encima á fin de apresurar la operacion.