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encontraba no poca dificultad en enlazar las cosas que habia dicho y hecho la noche anterior, y en descubrir la parte secreta de su dolorida historia, y sobre todo en adivinar cómo habian podido saber su nombre.

Recaian sus sospechas naturalmente sobre el espadero, con quien se acordaba de haber hablado á destajo; y haciendo reflexiones acerca del modo con que le habia arrancado de la boca su nombre, la sospecha se convertia en certidumbre, especialmente cuando recapacitaba sobre el modo de conducirse de aquel hombre, y sobre sus ofrecimientos que siempre venian á parar en querer saber alguna cosa; se acordaba confusamente de haber, despues de la salida del espadero, continuado charlando ¿con quién? adivina quién te dió. De qué? no se acordaba por más que recorriese su memoria, y solo tenía presente que en aquel tiempo estaba fuera de casa. Desvariaba el pobre con semejantes cavilaciones, á manera de un hombre que ha entregado muchos papeles firmados en blanco á un individuo que creyó honrado, y hallando despues que es un embrollon, trata de conocer el estado de sus negocios. Pero ¿qué conocer, si era un cáos? no era para Gl ménos penoso el hacer sobre su suerte futura designios, que no hallase luégo aéreos ó sumamente tristes.

Pero su pensamiento nás penoso fué muy presto el de encontrar el camino. Despues de haber andado largo tiempo se puede decir á la ventura, conoció que era indispensable tomar lenguas, pero tenía cierta repugnancia en pronunciar la palabra Bérgamo, como si fuera sospechosa ú obscena; sin embargo, era forzoso pasar por ello. En estę supuesto, resolvió preguntar, como lo hizo en Milan, al primer caminante cuya cara le inspirase confianza, y con efecto lo ejecutó así.

—Está usted fuera de camino,-le contestó el hombre.

Y despues de haberlo pensado un poco, le indicó, tanto •con palabras como con gestos, el que debia tomar para entrar en la calzada real. Dióle Lorenzo las gracias; aparentó estar dispuesto á seguir el rumbo indicado, y en efecto se dirigió por aquella parte, con inteneion de acercarse á aquel bendito carino, y costearlo todo cuanto fuese p0- sible, pero sin poner los piés en él.

Concebir semejante proyecto era más fácil que ejecutarle, y así el resultado fué que andando de este modo de derecha á izquierda, de un lado á otro, ya corriendo algun tanto la ruta segun su alcance, ya adoptándola á su intento, y ya guiándose por las seudas en que se encontraba, habria